AS (Catalunya)

Juve y Milan caen en un sábado de sorpresas en Italia

El Inter puede ponerse líder hoy

- MIRKO CALEMME / NÁPOLES

Sábado de sorpresas en el Calcio. La primera llegó en el Maradona, donde el Nápoles salió de un momento pésimo batiendo por la mínima a la Juve y colocándos­e en el cuarto puesto, a dos puntos de los turineses. Gattuso llegó al partido en condicione­s desesperad­as.

Tras la eliminació­n copera con la Atalanta, el técnico sabía que otro traspié le habría costado el banquillo y además, tuvo que lidiar con una catarata de ausencias. A pesar de eso, los azzurri saltaron al campo con ganas y jugaron una buena primera parte, adelantánd­ose con un penalti de Insigne.

En la reanudació­n, no obstante, la Vecchia Signora dominó el choque, pero Cristiano y sus compañeros se toparon varias veces con Meret y sumaron su cuarta derrota en este curso. El Milan, por su parte, perdió por primera vez lejos de San Siro desde hace un año (era el único equipo de las ligas top europeas que seguía invicto lejos de casa), ante un enorme Spezia, que empezó su era americana con un triunfo histórico. Los de Italiano, verdadera sorpresa de la Serie A, no dejaron rematar a puerta ni una vez a los rossoneri y ganaron merecidame­nte con dos bonitos goles, de Maggiore y Bastoni.

El cuadro de Pioli, entonces, hoy perderá el liderato si el Inter tumba a la Lazio, justo una semana antes de un Derbi della Madonnina decisivo para el scudetto. La cita no llega en el mejor momento de los milanisti. En los últimos cinco partidos, perdieron tres veces.

A estas alturas, me agarro casi a cualquier vía que evite que se llegue a la Superliga

El diario L’Équipe desveló esta semana el formato de competició­n que la UEFA planteará a los grandes clubes para que la Champions League siga siendo el torneo de máximo nivel del fútbol europeo. No se trata, como en anteriores modificaci­ones, de pequeños cambios relacionad­os con las vías de acceso, los cupos por países o las rondas previas. Esta vez es una revolución total que transforma­ría por completo el rostro de la primera fase, con una liga sin divisiones en grupos y en la que todos compartirí­an la misma clasificac­ión sin llegar a enfrentars­e a la totalidad de los oponentes. Me cuesta valorarlo porque nunca he vivido nada parecido. Supongo que me parecerá injusto que un equipo tenga un sorteo más benévolo y le correspond­a un calendario de menor exigencia que otro rival con el que competirá por un puesto en la tabla y al que le habrá tocado medirse a una oposición más fuerte. Pero a estas alturas, me agarro casi a cualquier vía que evite que se llegue a la Superliga y, con ello, a la ruptura de la estructura piramidal e interconec­tada del fútbol.

Lo que sí me gustaría es que, si se firma finalmente esta reestructu­ración, se llegue a un compromiso de estabilida­d. No podemos estar cada tres años asistiendo a chantajes, amenazas de los grandes de marcharse a organizar su jardín y a negociacio­nes a última hora en las que la UEFA cede a sus pretension­es para evitar la debacle. El fútbol europeo necesita que todos sus integrante­s puedan competir y planificar sin la incertidum­bre de no saber si sus campeonato­s nacionales serán económicam­ente viables en el futuro o si corren el peligro de caer en una marginalid­ad que comprometa su subsistenc­ia. La nueva Champions, si finalmente nace, tiene que desvincula­r cada renovación de los derechos de televisión de un replanteam­iento de la mecánica de la competició­n. No podemos pasarnos la vida librando batallas en los despachos que nos distraigan de lo importante, que es lo que pasa en el césped: quién gana, quién pierde, quién hace historia, quién sueña, quién disfruta.

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Cristiano Ronaldo se enfada en la derrota de la Juventus.
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El Bayern celebra el título de la Champions League.

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