AS (Catalunya)

Cristiano reina en el infierno

Portugal no marcó hasta el 84’ ● Doblete final del crack, que fue pitado ● 55.662 espectador­es rugieron en la grada ● Colosal el portero Gulacsi

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Lejos de ser la Hungría de los magiares mágicos, a años luz de los Puskas, Czibor o Kocsis, la impetuosa selección húngara complicó el estreno de Portugal en un estadio con aires de prepandemi­a, lleno en el que no se veían huecos y sin mascarilla­s por ningún lado. Con un Gulacsi imperial, los portuguese­s no pudieron decantar el combate hasta el último suspiro. Se ha acostumbra­do a convivir con la agonía el equipo de Fernando Santos, sirva el caso de la anterior Eurocopa como ejemplo.

Hungría jugó con sus armas y con las que le dieron los más de 55.000 aficionado­s que apretaron desde la grada. En estos tiempos de fútbol a puerta cerrada, contar con un apoyo así se convierte en un factor diferencia­l. Los jugadores llevan un año sin sentir el rugido de la grada, ese que empuja al que lo tiene a favor y empequeñec­e al rival.

Lo notó en los tímpanos Portugal de entrada, no hay duda, y le costó mucho ser la Portugal que atropella, más que juega. Fernando Santos, que intuía un partido de pierna dura, juntó a William Carvalho y Danilo Pereira en mediocampo, hormigón armado para liberar a sus flautistas. Bruno Fernandes flotó por donde quiso y Bernardo Silva y Diogo Jota fueron los acompañant­es de un Cristiano molesto, gesticulan­te de principio a fin ante los abucheos que le propinó la grada. No recordábam­os ya al

Crstiano enfadado con el mundo. Esa ofuscación la pagó con Diego Jota cuando no le cedió un balón que era más tiro que pase. Apareció Gulacsi entonces y también en cualquier otro acercamien­to portugués. A Cristiano le sacó otra, después una más a Diogo Jota, y para su fortuna vio cómo el propio Cristiano mandaba a las nubes la única acción en la que el portero del RB Leipzig quedó vencido. No tiene tanta prensa como otros, pero hay portero en Gulacsi y lo demostró con una exhibición a la altura de muy pocos en Europa.

Hungría jugaba con el corazón y con un guardameta inconmensu­rable, aunque agradeció el descanso justo cuando más agua le llegaba al cuello. Szalai fue una especie de Luca Toni en la punta del ataque, siempre ofreciéndo­se en largo hasta extenuarlo de tanto balón directo. Aún así, un cabezazo suyo fue el único calentón para un Rui Patricio atento, expectante.

Los problemas de Portugal eran varios, pero se resumían principalm­ente en Gulacsi y en una alarmante falta de creación de juego. El portero volvió a negar otro tanto a Cristiano con una mano abajo que le coronó como héroe, al tiempo que su equipo y la grada se crecían al sentirse imbatibles. El otro gran dilema de los portuguese­s era su incapacida­d para generar juego con los mediocentr­os que tenía.

Budapest rugió, el estadio latió en cada contra, como en una que Schón convirtió en gol para éxtasis general que luego derivaría en decepción tras ser anulado el gol por fuera de juego. Fue el presagio de que lo peor podía pasar. Como más duele para el equipo anfitrión, en un rebote del lateral izquierdo que pasaba por ahí, Raphael Guerreiro anotó el gol que salvó al campeón de quemarse. Son esos golpes de fortuna los que diferencia­n a los equipos grandes del resto.

Ya con Hungría en la lona, Cristiano apareció en los instantes finales para firmar un doblete. El primero lo hizo con un penalti que esta vez no pudo detener Gulacsi. El segundo, ya en el descuento, recortando al propio portero dentro del área. Su celebració­n no pasó desapercib­ida y fue un mensaje al público que tan mala tarde le hizo pasar. A él y al resto. El infierno de Budapest casi le cuesta un disgusto a Portugal, pese a terminar goleando.

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