AS (Catalunya)

Ona Carbonell La madre récord

La nadadora con más medallas mundiales se despedirá de los Juegos un año después de dar a luz a su hijo

- ALBERTO MARTÍNEZ

En 45 minutos, lo acordado en una agenda apretada y en unos días de ajetreo a las puertas de acudir a sus terceros Juegos Olímpicos, Ona Carbonell atiende a AS en su domicilio de El Masnou. Una casa a escasos metros del mar, custodiada por dos perros, llena de naturaleza, con una terraza en la que tienen lugar sus reflexione­s sobre la sincro, la maternidad y su trayectori­a, que sintetiza así: “El camino del éxito es sobreponer­se a los fracasos”. Luego, la barcelones­a (1990) se cambia el vestido y posa para la sesión fotográfic­a, totalmente volcada en el reportaje, quizás otro de los secretos de Ona, dar lo máximo en cada momento, sin distraccio­nes, focalizada en el aquí y ahora.

En Tokio, con “bastante seguridad”, Ona pondrá fin a su historia olímpica, que empieza con apenas 15 años cuando la reclutaron para el equipo nacional. Nunca hubo dudas con ella, predestina­da a ser lo que es: la referencia de la sincro española. “Mira, esa será el relevo de Mengual”, decían todos en el CAR, antes incluso de que la barcelones­a se convirtier­a en una fija en el equipo de

Anna Tarrés. 16 años después de aquellas vivencias adolescent­es, Ona es, sin duda, una de las grandes deportista­s de la historia del deporte español, con sus 23 medallas mundiales (la nadadora que más ha ganado) y sus dos podios olímpicos, reclamo de marcas por su capacidad comunicati­va e imagen, triunfador­a allá donde vaya. Pero el leitmotiv de Ona (lo del éxito y el fracaso) no es una frase de taza de café, sino una experienci­a personal.

La hija mayor de Jordi y Montse, dedicados a la Medicina, nació en Barcelona y creció en un ambiente propicio para alcanzar la excelencia. Un mestizaje entre ciencia y arte que le dio a la nadadora ese equilibrio en el que se basa el deporte, porque detrás de Ona hay cálculo y creativida­d. “¿Yo, médico? Qué va. Desde el inicio vi que lo mío era el diseño y el arte. Si veo sangre no me mareo, pero casi. No miro cuando me hacen un análisis. A mis padres les gustaba el arte y la cultura y desarrollé esa vertiente”, explica. La gimnasia fue su primer deporte y también la natación, hasta que topó con la sincro, una mezcla ideal.

Chasco de Pekín. A Ona, desde bien pequeña, se le detectó una expresivid­ad en el agua única, acompañada por un físico privilegia­do, ideal para la natación artística, pulido con los años y con las mejoras en el entrenamie­nto. Así se explica, por ejemplo, cómo ha sido capaz en solo 11 meses de dar a luz a estar preparada para competir al máximo nivel en unos Juegos Olímpicos en un deporte tan exigente, donde cualquier nimio detalle penaliza. Pero Ona no contó con una alfombra roja en su carrera, pasó por grises y por momentos de tristeza.

“Antes de Pekín 2008, cuando me enteré de que no iba convocada, viví una gran decepción. Estaba muy triste y lloraba cuando veía las competicio­nes. Me frustraba no estar, aunque por otro lado estaba feliz porque habíamos conseguido dos medallas”, relata Ona, que salió adelante por su familia y amigos cercanos: “La familia y el entorno lo es todo. Los que te rodean te ayudan a crecer. No habría conseguido nada sin mi familia. Me ayudaron en los momentos más duros y celebraron los más bonitos. Cuando quieres ser la mejor del mundo se tienen que reunir muchas cosas para que esto suceda, y el entorno es clave. Mis padres me ayudaron en Pekín. Sin ellos no habría seguido con la sincro”.

Después de ese mal trago de Pekín, con apenas 19 años, Ona se convirtió en una más del equipo y aprovechó la baja por maternidad de Gemma Mengual para asentarse en el dúo junto a Andrea Fuentes. La barcelones­a subió un escalón y se mantuvo, y todo aconteció después a la velocidad de la luz. De las medallas del Mundial de 2011 a la plata y el bronce olímpico en Londres: “En esos Juegos estaba ilusionada porque era mi debut y presionada por conseguir la medalla. Fue el momento más excepciona­l. Esa final con Andrea Fuentes en la que no vemos bien la nota de los jueces y nos enteramos de que somos plata por una décima... Me pongo a llorar cada vez que lo veo repetido…”.

A partir de esa catarsis, del despido de Anna Tarrés y de la retirada prematura de Fuentes, Ona ya es el icono de la sincro con apenas 23 años. Compite en el Mundial de Barcelona donde gana siete medallas y se convierte en la primera mujer en lograrlo en un torneo internacio­nal de natación. Mientras el equipo decae en un cambio de ciclo obligado, Ona mantiene su estatus en la rutina de solo e incluso acude a los Juegos de Río con Gemma Mengual como pareja, un recuerdo para toda la vida: “Fue muy bonito. Primero fue doloroso no ir con el equipo, pero nadar con Gemma, que es mi amiga, había sido mi entrenador­a, mi referente, con todo su bagaje… Fue ilusionant­e”.

Antes de la pandemia, en el periodo entre 2017 y 2019, Ona sigue acumulando preseas y en el Mundial de Gwangju alcanza la categoría de leyenda: con 23 medallas se coloca como la deportista acuática más laureada de la historia, galardón que puede perdurar numerosos años. Estos éxitos, y los anteriores, han provocado que ahora la sincro sea un deporte popular entre los más pequeños: “Empezaron Gemma y su equipo a visibiliza­r este deporte y a ponerlo de moda. Luego Andrea y yo. Seguirán otras chicas. Como hizo Carolina, Lydia o Mireia, hemos puesto de moda deportes y ahora hay chicas referentes. Estoy satisfecha de poner mi gota de agua para que haya más licencias, es el camino para poder ser más fuertes como Rusia o China”.

La familia “Sin ellos, lo habría dejado. Si quieres ser la mejor, los necesitas”

La sincro “Estoy feliz de poner mi gota de agua para que evolucione”

La maternidad. Mujer de retos, Ona protagoniz­ará el más especial en Tokio. En sus años de solista ha sido la nadadora con más medallas en unos Mundiales (7), la que más ha ganado en total (23), la que más ha innovado con sus coreografí­as (su famoso solo con la voz de Nelson Mandela de fondo), la que más ha diversific­ado sus actividade­s (tiene una marca de bañadores, ganó Masterchef...), pero nada comparado con ser madre y volver a competir en menos de un año. “Lo primero es

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Ona Carbonell, en su domicilio de El Masnou, posa para AS.
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