AS (Catalunya)

● A las puertas de sus quintos Juegos Olímpicos, el pívot cuenta su historia en As ● En la FEB hay grandes esperanzas de que Juancho esté finalmente en los Juegos ● Milwaukee Bucks está a una victoria del anillo de la NBA tras vencer en Phoenix

- JUANMA RUBIO / LA CRÓNICA

en cada momento y luego en la Selección.

—Decía Scariolo que le está viendo hacer cosas que no le había visto nunca. ¿Se ha sorprendid­o a sí mismo? —Sí, sí. He superado, una vez más, mis expectativ­as, mis mejores expectativ­as. Y estoy contento porque soy una persona que nunca me he puesto límites en mi potencial. Y he querido darlo todo y saber hasta dónde puedo ir y llegar. Y sí que estoy intentando hacer cosas diferentes. Como no llevo tanto peso ni desgaste en ataque, pues intento hacer más cosas defensivam­ente, y ser más activo. Como juego 15 o 20 minutos, no juego mucho, pues puedo apretar y exigirme más, y ser más intenso. Intento ser más productivo en poco tiempo. Esos son ajustes. Es adaptación. Y de eso va la vida y el mundo. Adaptarse o morir, aprender, ser creativo, innovar un poco y superviven­cia.

—¿Qué le ha dado Barcelona estos meses, aparte del rodaje deportivo, a nivel vital? —Mucha confianza. Mucho disfrute. Poder estar cerca de mi familia, cerrar el círculo con mi club. Cerrar esa historia romántica de la que hablé en 2001.

Estoy muy agradecido al club, al entrenador y a mis compañeros. Yo me lo he currado mucho, pero es un premio que te abran esa puerta. Es para estar agradecido.

—¿Se considera una leyenda? —No lo sé. No es que me considere una leyenda. Me considero un deportista, un privilegia­do que ha jugado a este deporte muchos años por encima de la media, siendo importante. Quiero pensar que he ayudado a mejorar el nivel de baloncesto de mi país, el nivel del baloncesto internacio­nal. Que he roto algunas barreras, que he abierto algunas puertas. Y que he intentado disfrutarl­o al máximo.

—¿Qué supusieron esas batallas contra Estados Unidos para usted y cuánta ilusión le hace tener una nueva oportunida­d ante el gigante? —Estuve muy orgulloso de que compitiése­mos siempre de tú a tú. Lo hemos dado todo. En algunos momentos nos salió mejor como en la final de Beijing, que fue quizá en la que estuvimos más cerca y más igualada. Siempre nos han ganado, es así. Y bueno, vamos a ver si hay una nueva oportunida­d. —Este año es usted el que viene de subidón y Marc el que ha tenido un curso más difícil. ¿Cuál es la comunicaci­ón entre hermanos y cómo ve a Marc? —Muy bien. Estoy feliz de que estemos una vez más en la Selección... Lo quiero muchísimo. Es mi hermano, me siento muy orgulloso de él. Si has tenido una temporada más complicada, pues aquí te vienes a refrescar, a coger confianza de nuevo, a formar parte de un grupo muy especial. A mí también me ha pasado en la NBA. Pero a Marc lo veo comprometi­do y con ganas también de hacer algo especial en los que pueden ser, seguro..., posiblemen­te, sus últimos Juegos Olímpicos. Estoy muy contento de que esté aquí. De él, de los otros veteranos y de los jóvenes que quieren seguir nuestra estela.

Pionero “No me considero una leyenda, pero he roto algunas puertas”

Realidad “No soy el Pau de 25 años, hay que ser creativo, adaptarse”

Solo han pasado nueve días. No nueve meses, aunque lo parezca. El 8 de julio la final de la NBA hizo viaje de Arizona a Wisconsin con un 2-0 que dejaba el camino cuesta abajo para los Suns. En Milwaukee, el público cantaba Bucks In Six (los Bucks ganarán en seis partidos) y escucharlo casi producía ternura, como si se tratara solamente de que la realidad no chafara una buena fiesta, la de la primera final en la ciudad desde 1974.

Pero han pasado esos nueve días y la revolución es un hecho: 2-3 después de tres victorias seguidas (119-123 la última) de los Bucks, un equipo al que han vapuleado tantas veces que ha acabado siendo imposible de matar. Los Suns necesitan ahora su milagro particular porque la final se ha metido en el terreno de un rival que sana tras cada disparo, camina como un zombi cuando debería estar muerto y pega como un mazo cuando no debería tener fuerzas. El reverso de unos Suns llenos de talento pero incapaces de escapar de esas brasas en las que los Bucks organizan barbacoas.

Los Suns acabaron pasmados. Revitaliza­dos por la vuelta a casa, ganaban 37-21 después de un primer cuarto extraordin­ario. Pero los Bucks resistiero­n, jugaron a partir de ese momento como si en los minutos anteriores no hubiera pasado nada. De forma asombrosa y ante un rival de papel charol, volvieron al partido en apenas cuatro minutos y medio (5-21 para un 42-42) y, desde ahí, fueron mejores siempre. Su defensa fue quitando armas a los Suns hasta convertirl­os en una sucesión de acciones individual­es de Devin Booker. Funcionó, otra vez. El escolta ha metido 42 y 40 puntos en los dos últimos partidos y su equipo ha perdido los dos.

El milagro asomó: un 102-113 a mitad de último cuarto se comprimió hasta un frenético 119-120 con bola para los Suns. Ahí llegó la acción del partido. A falta de 16 segundos, Jrue Holiday le arrancó el balón de las manos (literalmen­te) a Booker y asistió en transición para un alley oop deslumbran­te de Giannis. La jugada cerró la victoria, quién sabe si más de medio anillo, y enmarcó el partidazo del big three: Antetokoun­mpo, Middleton y un formidable Holiday. Mañana, todo o nada en Wisconsin.

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Pau Gasol lanza un tiro libre con la Selección en un amistoso de la gira.

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