Rebajas de verano
Los jugadores a coste cero dominan el mercado de LaLiga ● Treinta futbolistas firman gratis ● Se han invertido 111,5 millones en 21 de los 60 fichajes
El fútbol vive sus particulares rebajas del verano. Muy barato se está comprando, pero el problema es que casi no se ficha. No hay movimientos. La pandemia y sus secuelas (como jugar a puerta cerrada) han golpeado de lleno a las cuentas de los clubes, que miran al mercado diciendo "quiero, pero no puedo". El low cost manda.
En LaLiga apenas se han producido 60 fichajes, que han supuesto un gasto de 111,5M€ a falta de menos de mes y medio para que el mercado cierre. Una cifra muy baja (hay que retroceder hasta 2012 para ver cifras similares) si tenemos en cuenta que en el último verano antes del COVID los clubes españoles desembolsaron 1.301M¤. El dinero invertido por los clubes ha sido en cantidades asumibles, sobre todo porque disponían de opciones de compra factibles (como le ha sucedido al Espanyol o al Rayo).
El movimiento estrella de esta ventana de traspasos está siendo el de jugadores libres. Los que han terminado contrato y llegan a coste cero. Hasta 30 jugadores han firmado gratis frente a los 21 que han supuesto algún desembolso. Cesiones solo van nueve, pero se esperan que vayan aumentado según avance el mercado y los clubes tengan que dar salida a jugadores para deshacerse de su ficha. Aunque, a diferencia del verano pasado que se mostraron más cautos y austeros (ver gráfico), en esta ocasión se están mostrando más proactivos en el mercado donde el gasto duplica a los ingresos. Un efecto de la noticia positiva de que el público volverá a las gradas en la nueva temporada. A pesar de este pequeño estímulo, la inversión es muy inferior a la de hace un año. El Madrid, que acostumbraba a ser un agitador del mercado, no ha gastado nada. Aunque el sueño de fichar a Mbappé sigue vigente.
Algunos clubes tienen la esperanza de que se produzca un efecto dominó. Que un club inglés deje una cantidad importante en las arcas de un equipo de LaLiga y este inicie una serie de fichajes a nivel nacional que genere liquidez. Pero ante la falta del maná que supone el dinero de la Premier, los clubes se están reforzando a coste cero con jugadores que en circunstancias normales valdrían precios desorbitados: Alaba,
Eric Garcia, Agüero, Depay, Marcos Paulo .... O muy asequibles, como los 35 millones invertidos por el Atlético en De Paul. Pero a la par que llegan jugadores a precios de ganga, también se van otros de la misma forma (Ramos).
Estrellas Alaba, Eric y Agüero llegan por cero euros a Madrid y Barça
Qué lleva a un tipo que tiene dinero para mantener a su familia hasta el siglo que viene, cuyos bisnietos tendrán la vida solucionada, a jugar allá donde los equipos se confunden y solo valen lo que indican sus presupuestos? Los futbolistas son trabajadores. Lo son porque sus predecesores lucharon por ello, cuando se lesionaban y quedaban tirados, sin pensión, ni bajas, ni ningún derecho. Lo son, trabajadores, porque lucharon por sus derechos, llegando incluso a la huelga.
Convendremos, no obstante, que son un tipo de trabajadores especiales, en el sentido en que su trabajo es jugar. Además, hay unos cuantos, privilegiados, que cobran mucho dinero por hacerlo. No sé si a partir de qué cantidad es una falta de respeto llamar trabajador a un trabajador. ¿A partir de doscientos mil euros anuales? ¿Del medio millón? ¿Del millón?
Estos últimos son los que me intrigan: aquellos que han ganado suficiente para volver a convertir su trabajo en un placer. ¿Por qué siguen jugando por dinero? ¿En qué punto la pasión por el balón quedó en segundo plano? Me parece muy comprensible que un joven jugador que comienza a despuntar se deje seducir por los petrodólares, que en su escala de decisión el sueldo sea lo más importante. Pero, uno que lleva seis o siete años cobrando tres, cuatro, cinco millones de euros por temporada, uno que puede elegir el destino que quiera, ¿cómo termina con sus huesos en un desierto futbolístico?
Si yo fuera uno de ellos, qué alegría al quedar libre. Tiene que ser la leche, tener el mundo del entero a tu disposición. Girar un globo terráqueo y detenerlo con el dedo índice y pensar que, si quisieras, podrías jugar mañana mismo allí, en una ciudad preciosa, en un club grande en un momento delicado donde te recibirán como un salvador, en un nuevo proyecto que se alimenta de ilusión, en el equipo que animaste de niño, o ese con el que jugabas al Football Manager. Tiene que ser una maravilla, tener treinta y pocos años y decidir dedicar lo que queda de tu carrera laboral a jugar, olvidar el dinero y las obligaciones, y volver a ser como un niño que corre feliz tras una pelota.
Me intrigan los que han ganado suficiente para volver a convertir su trabajo en placer