AS (Galicia)

La tradición se cumplió en Getafe

- ABRAHAM MARTÍNEZ ■

Una temporada más el Celta ha jugado su peor partido de la temporada en el Coliseum Alfonso Pérez. Un esperpento contra el Getafe le costó el puesto a Paco Herrera. Meses después a Luis Enrique le llovieron los palos cuando alineó un once plagado de suplentes en la visita a los azulones y al año siguiente otra actuación para olvidar dejó a Berizzo al borde del despido. Esta vez el naufragio lo ha capitanead­o Unzué. El navarro decidió entregarle la batuta al Tucu tras haber tenido al chileno un mes en el ostracismo. Lo colocó de pivote puro y por ahí empezó a entrar el agua en la nave céltica. Hernández estuvo irreconoci­ble, con y sin balón. Una sombra del centrocamp­ista que ha liderado la medular celeste en los últimos años. Unzué ha estado jugando con fuego y quizás haya quemado al Tucu. Una pérdida de dimensione­s incalculab­les.

Lo más preocupant­e en este nuevo capítulo del tradiciona­l ridículo en Getafe fue la actitud en el segundo tiempo. El equipo bajó los brazos por completo con el 2-0. Una dimisión en bloque que no se había dado esta campaña. Hasta esta jornada siempre que el Celta no había funcionado colectivam­ente, aparecía Aspas para tirar del carro. Sin embargo, en esta ocasión no hubo noticias del moañés. Las órdenes de Bordalás para anularlo quedaron claras las dos primeras veces que el ‘10’ recibió de espaldas. En ambas acciones, Cabrera sacó la guadaña. La pérdida en el primer gol acabó por desconecta­r a Iago del partido. Toca hacer borrón y cuenta nueva. No queda otra para seguir soñando con Europa.

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