AS (Galicia)

El Metropolit­ano ya tiene su gran noche

- ALFREDO RELAÑO

Los jugadores del Atleti se abrazaban, los del Arsenal se desplomaba­n. Todos exhaustos, sólo que unos felices, otros derrotados. De repente estalló el himno, lanzando sus sones al libre espacio: “Yo me voy al Manzanares...”. No es exacto, pero es verdad. Aquel sentimient­o de la orilla del río se ha instalado aquí, en estos secarrales próximos al aeropuerto, donde el fútbol se siente igual que allí. Igual que se sintió, tantos años atrás, en el viejo Metropolit­ano. Este nuevo campo ya tiene un recuerdo hermoso, el de esta noche grande que abrió la puerta a una nueva final europea. Todos los que estuvieron lo recordarán siempre. Fue un partido serio, firme, sin concesione­s, muy ‘cholista.’ Faltó sólo él, el Cholo, que no podía agitar sus brazos desde la zona técnica, porque estaba encerrado en una jaula dorada, por ahí arriba, donde se consumía de impacienci­a y de impotencia. Pero su obra estaba ahí abajo y hablaba por él. Ese Atleti compacto, que no regala nada pero que penaliza la menor equivocaci­ón del rival. Así, apretando cada metro, sin la menor concesión, aguantó al Arsenal toda la primera parte y le colocó el gol decisivo, casi en el descanso, en una buena jugada que partió de la suela de Thomas, siguió por la apertura de Griezmann y acabó en golazo de Diego Costa. Ese gol valió la final. No había Arsenal, ni diez ‘Arsenals’ que hubiera, capaz de dar la vuelta a aquello. El cuajo del Atleti, su modo compacto de estar en el partido, el entusiasmo colectivo que hace que los once sean sesenta mil, marcaron ya de forma inalterabl­e el desarrollo del partido. Termino mi artículo y vuelven a salir los jugadores, reclamados por una afición entusiasma­da que agita sus banderas y quiere prolongar la noche. Este nuevo y precioso estadio, que aún les resultaba frío a muchos, ya tiene una noche cuyos ecos retumbarán de generación en generación. Habrá otras, pero ésta ha sido la primera.

“ESTE NUEVO CAMPO YA TIENE UN RECUERDO HERMOSO, EL DE ESTA NOCHE...”

levantó los ojos y, en una contra, vio el pase al hueco entre Mustafi y Bellerín y allá le filtró un balón a Costa que decía: "Lyon, Lyon, Lyon".

Ya no era de noche en el área de Ospina. Ya no. Retumbó el cemento del campo cuando Costa se fue hacia el portero apartando a Bellerín con un brazo. Ospina se venció antes del tiempo, el balón le superó por alto, sólo entonces Costa se dejó caer: llevaba el gooool en la boca. También Lyon. Un socavón a los pies de Wenger.

Golpes. Su Arsenal intentó ser otro al regreso de la caseta. Se había mirado la ropa. Sólo una herida, aún en pie. Seguía de Lyon a un gol de distancia. Un gol y empate, un gol y prórroga. Los equipos se convirtier­on en dos púgiles intercambi­ando golpes. A un lado, Özil hacía un pasillo de la espalda de Thomas y Xhaka obligaba a Oblak a su única parada. Todo lo demás lo frenó Godín, multiplica­do: la edad sólo es un número en el bolsillo, nada que ver con su piel, infinita.

La de Costa es fuego: una y otra vez se lanzaba contra Ospina para volver a toparse con sus guantes. Mustafi evitaba remate a bocajarro de Griezmann. Wenger lanzaba al partido su última carta: Mkhitaryan. En la primera jugada envió sobre el travesaño de Oblak un disparo que se fue a un palmo. El Metropolit­ano olió el peligro. Subió la voz. Ale, ale,

aleee. La orquesta del baile El partido iba y venía entre la taquicardi­a y el alambre. También el susto: Costa pidió el cambio. Un calambre. Antes le dejaría un último disparo a los guantes de Ospina. Entró Torres, rugió el Metropolit­ano. Otra vez esas bufandas sonando como tambores: cuatro minutos para el final, cuatro minutos para Lyon. Y Griezmann se inventaba una maravilla desde el córner de las flores de Margarita. Y Ospina paraba a Torres. Y el Arsenal que atacaba a la desesperad­a pero ya se sabía derrotado. Sólo tenía que mirar alrededor. El Metropolit­ano levitaba, el pálpito de 64.000 personas a la vez, como si por un segundo hubiera olvidado que sólo es cemento y hormigón, en ésta, la primera gran alegría de su historia.

Su hierba ya conoce la bendita locura. Se presentó ayer. Esto es el Atleti. Algo diferente que no puede explicarse. Sólo sentirse, vivirse. Con afonía en la garganta. Ahí asoma Lyon. Abrazado a esta noche. La suya, ayer. Ale, ale, aleeee.

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