AS (Galicia)

El Metropolit­ano se ganó la final

Llevó en volandas al Atleti a Lyon ● Costa marcó el gol antes del descanso ● Asistió Griezmann, genial ● Partido gigante de Godín ● Triste adiós de Wenger

- PATRICIA CAZÓN

Los estadios no se construyen de cemento aunque eso sea lo que llene sus cimientos. Los estadios son partidos, la cuenta de las grandes noches en ellos. El Calderón tuvo muchas, el Metropolit­ano ayer vivió su primera. Una noche de acongojar desde antes del silbido inicial. De empequeñec­er al rival con el rugir de unas bufandas que son tambores y avisan guerra, como las gargantas, a capella. Muchas habían perdido la voz antes de empezar. El Atleeeti, Atleeeti. El fútbol era hoy, era ahora. Era este equipo, el del hombre de negro, cuya historia sigue leyéndose en mayúsculas. Cuatro letras tiene la última. Lyon, dice.

Salió a abrazarlo desde el inicio. El Arsenal temblaba como hoja al viento. El Atleti era el de las grandes noches en Europa. Aquellas del Bayern o Barça en el Calderón, ayer ante el Arsenal, ayer ya del Metropolit­ano. Avasalló desde el primer minuto. Le robó el balón al Arsenal, Lyon parecía cuestión de minutos. No había llegado el cinco cuando Costa se puso el reloj en la muñeca y corría hacia Ospina con el césped aullando bajo sus pies. Al llegar al área se le hizo de noche. Pero ahí quedaba su aviso. La hierba que hervía allá donde ponía los pies.

El Arsenal sólo había sido una carrera de Lacazette cuando su capitán Koscielny, de pronto, cayó al suelo. Sus golpes en la hierba gritaban lesión grave, quizá talón de aquiles. Otro tortazo para Wenger en su triste bajar el telón a 22 años de Arsenal. La parada del partido espabiló a su equipo, sin embargo. Se decidió a hacer eso que mejor sabe, jugar el balón. A su alrededor creció. Sumó ocasiones, minutos y metros mientras Simeone ya tenía la voz al borde de la afonía en el palco, donde se removía como león enjaulado. En los barrotes quedarán para siempre la marca de sus dedos.

Regaba Griezmann la hierba con su sangre, tras un codazo de Chambers, en los peores minutos del Atleti en la primera parte. Justo después de que a Costa se le volviera a hacer de noche frente a Ospina. Justo cuando al Arsenal se le había ido el gesto tembloroso del inicio. Y acechaba, con Monreal siempre a un pase de conectar con Lacazette.

Pero terminó por dormir demasiado el balón. El Atleti le puso púas. Ese latigazo de Thomas invalidado por falta de Godín. Esa genialidad de Griezmann a la media vuelta. El Arsenal volvió a soltar la pelota y se perdió. Welbeck no tenía ni desborde ni recorte, a Lacazette le faltaban uñas, a Özil, amigos. Lo inevitable sólo podía tardar unos minutos. Asomaba el descanso, cuando Griezmann

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