AS (Galicia)

Superjavi nunca pierde la sonrisa sobre el hielo

El madrileño cambió el patinaje

- POR JUANMA BELLÓN

AJavier Fernández (Madrid, 1991) a veces se le olvidan los patines, las fechas... pero lo que tiene siempre en el recuerdo es el día en el que acompañó a su hermana Laura a la pista de Leganés con seis años. Tenía facilidad para deslizarse y dar piruetas. Así se enganchó al deporte. Luego fue intrépido y decidió marcharse fuera (a Estados Unidos, Rusia y Canadá) para aprender, con el apoyo total de Enriqueta, una cartera de correos, y de Antonio, un militar que afilaba las cuchillas de los patines de su hijo. "Nunca me presionaro­n, sólo querían que me esforzara", explica Javi.

Por su talento, lo exótico (no era normal ver un patinador español) y su carisma en el hielo se convirtió en un fenómeno de fans internacio­nal. Ganó siete Europeos seguidos (2013 a 2019), dos oros Mundiales (2015 y 2016) y dos bronces (2013 y 2014), y el bronce olímpico (2018), pero Superjavi dejó el legado de haber sido un patinador diferente en un mundo de fríos rusos, autómatas asiáticos y técnicos americanos.

Fue pionero en introducir saltos cuádruples (llegaba a hacer tres en su programa), que ahora son la tónica general del patinaje moderno. Javi se transformó en Sinatra, Fígaro, Chaplin, Quijote... Siempre deslizándo­se con una sonrisa, con sus despistes... Con el séptimo oro europeo en Minsk puso punto y seguido. Sigue en el hielo, con sus shows de luces y sonido. Superjavi es único.

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Javier Fernández, en Minsk.

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