AS (Galicia)

Messi se aleja del área

Su mapa de calor en el partido probó que vio de lejos a Courtois Cuarto Clásico sin marcar

- J. JIMÉNEZ /

La imagen, nada más comenzar el segundo tiempo, de Cristiano Ronaldo en un palco privado del Santiago Bernabéu provocó un brote de añoranza, incluso de melancolía. El Clásico sin CR no es lo que era, la Liga echa de menos el maravillos­o pulso con Messi y el Real Madrid no tiene un jugador que llene la escena. La ilusión lejana de Mbappé sirve como entretenim­iento, pero no como consuelo. A Hazard le han minimizado las lesiones y los 60 millones de Jovic, el último proyecto de gol madridista, reposaban en algún otro palco privado colindante.

Mariano Díaz apenas necesitó tres minutos para abrir una enorme interrogac­ión. Es una gran incógnita entender cuáles son los criterios por los que Zidane ha ido rescatando futbolista­s, pero el que menos ha contado ha sido el hispano-dominicano. Tiene una energía y un gen de killer que podrían ser de gran ayuda en muchísimos partidos, especialme­nte contra rivales de los que se consideran asequibles, pero se atragantan. Zidane le utiliza con cuentagota­s, aunque a Benzema no le vendría mal descansar en algunos momentos. Mariano nunca será Cristiano Ronaldo, pero en este tiempo donde al Real Madrid ya no se le caen los goles del bolsillo no parece buena idea dejar fuera de circuito tan a menudo a un jugador que tiene su olfato y sus ganas. Eligió el mejor momento para reivindica­rse.

Los días de fiesta de Messi en el Bernabéu se han terminado. Al menos, de momento. El argentino se marchó triste de Madrid. Con un gesto derrotado, como si en parte se sintiera algo culpable del resultado. Messi estuvo bien puesto en el partido, especialme­nte en la primera parte. Pero el mapa del partido desveló que se olvidó del área rival. De hecho, apenas la pisó dos veces. La primera, después de un fabuloso pase de Busquets que controló con maestría. El golpeo, sin embargo, no tuvo la precisión que le caracteriz­a. No encontró los rincones que se sabe con los ojos cerrados. La segunda acción tuvo un tono más preocupant­e. Después de una espectacul­ar cabalgada, De Jong le dejó casi delante de Courtois. Pero de manera sorpredent­e, Messi no protegió la posesión ni puso el cuerpo. Se dejó ganar el duelo por Marcelo y Varane acabó solucionan­do la acción. El brasileño lo celebró como un gol. Y el Bernabéu, más.

Messi dio 59 pases buenos, falló tres y perdió 17 balones.

Pero donde se demostró que no estaba fino fue en el regate. Intentó cinco y sólo uno con éxito. Cuando a un jugador le falta magia es una de las artes del juego en la que más se expresa el desacierto. Quitando los últimos minutos, Messi nunca se fue del partido. Sus compañeros le encontraro­n y él quiso liderar. Pero no era su

● día. Messi cayó incluso en cierta impotencia. Una entrada a Casemiro le costó la tarjeta amarilla. Curiosamen­te, ya había sido amonestado en Nápoles, una rareza en el crack de Rosario. Esta vez, el capitán no pudo ser héroe de su gente. Desde hace un tiempo, Messi se ha alejado unos metros del área. Ya busca revancha.

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Messi, en la acción con Marcelo y Varane que no fue capaz de aprovechar en la segunda parte.
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Vidal y Marcelo saltan por un balón.

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