La burbuja es azul
El San Pablo Burgos tumba al Madrid y sueña con las semifinales ● McFadden, Pablo Aguilar y Jasiel Rivero, decisivos
La primera gran campanada de esta fase final (excepcional, como dice la promoción) llegó al cuarto día. Menos de 48 horas antes habíamos visto los latigazos ofensivos del Madrid ante el Gran Canaria y pocos hubiéramos pronosticado la gesta del San Pablo Burgos, que pone a los blancos contra las cuerdas, obligados a ganar mañana al Valencia para no depender de terceros. Pero su juego nos convenció, igual que la fe en sus posibilidades. Por primera vez, el club castellanoleonés, que hace solo tres veranos completaba por fin el ascenso de la ciudad a la ACB, tumba al Real Madrid.
Una proeza que construyó desde los cimientos con pasos cortos y firmes, con mucha concentración, pelea constante, un gran nivel reboteador (41 a 33), buena circulación, eficacia cerca del aro, defensas de ajustes que descolocaron al rival y una zancada al frente de varios jugadores cuando tocaba, en especial McFadden en la segunda parte, pero también Pablo Aguilar, Jasiel Rivero, Bassas…
Para el Madrid, el segundo partido tras el parón pareció el primero. Se le vieron más las costuras. Mérito del San Pablo, que ya dominó ante el Zaragoza. Y mandó de nuevo pese a la arrancada en tromba de los de Laso, que amagaban con calcar el fulgurante inicio del jueves. Esta vez no hubo 37 puntos en el primer cuarto porque la concentración y el acierto (2-12) dejaron paso al toma y daca descontrolado en el que el Burgos firmó un 16-2 en cuatro minutos. Tavares era la piedra angular del juego blanco (Campazzo, poco lúcido, había salido de titular). Randolph andaba extraviado y la mala selección en el tiro era moneda común.
La entrada de Llull y de Laprovittola no trajeron cambios significativos. En el San Pablo, Peñarroya hacía una magnífica labor dando brillo a su juego interior pese a la fuga de Clark. Bien Apic, y admirables Aguilar y Rivero abriendo el campo.
Lo mejor para el Burgos andaba por llegar. A casi todo lo anterior añadió un estirón de McFadden en individual y cinco triples en el tercer cuarto. La brecha se abrió: 65-55. Quedaban 12 minutos, un cuarto NBA. La cosa se ponía seria para el campeón. Tavares no podía dejar la cancha, exigido en pleno colapso, y Laso recurrió a sus clásicos, a Llull (11 tantos entonces), Carroll y Rudy (5), que se exprimieron. Y metió a Deck otra vez de interior. En seis minutos, la tortilla había volado y caído del lado contrario: 72-74.
Un respiro de alivio, que siempre trae relajación, y un “no especulamos” a viva voz en el corrillo burgalés que les sirvió para darse otro impulso (7974). Y aún restaba el definitivo, después de que Campazzo igualara a 81. El Real no volvió a traspasar el aro. El Burgos cargó con todo, era ahora o nunca, y derribó definitivamente la muralla blanca. Victoria histórica, las semifinales no son una utopía. El triunfo de un proyecto recién nacido, apenas tres años de vida en la élite, se celebró con dedicación a su hinchada, la que llena día sí y día también el Coliseum. Así se crece. La burbuja en Valencia es azul.