Lautaro, un fichaje en plena incertidumbre
Ante la situación económica, el Barça se plantea seguir con Suárez
Señalar a Setién es lo fácil, dicen los que le defienden. Pero es que él es el entrenador del Barça, el que decide las alineaciones, la táctica, los cambios, el que estudia a los rivales y se prepara los partidos. Él es el que se sienta en el banquillo y el que llegó con el nombre de Cruyff tatuado en la frente y prometiendo: “Sólo garantizo que mi equipo va a jugar bien”. Y mira, pues no. Ya hay argumentos suficientes como para afirmar que del dicho al hecho hay un gran trecho y Setién se ha perdido por el camino.
El Barça todavía puede ganar LaLiga y la Champions, pero de aquel entrenador que en su presentación aseguró que “entre lo que me dicte la realidad y el corazón, lo normal es que me deje llevar por el corazón”, no queda ni rastro. En Sevilla, la salida a priori más difícil que tenía en el calendario, quedó al descubierto su falta de atrevimiento, justo de lo que tanto había presumido. Con empate a cero en el marcador, sin remate y con un Sevilla del que había elogiado su fortaleza física y que en el minuto 70 ya había realizado cuatro cambios, Setién se paralizó y Ansu Fati, que había resuelto la papeleta frente al Leganés, no jugó ni un minuto porque el peaje, la jerarquía, la realidad y no el corazón dictaba que debía ser Griezmann el que saliera primero.
No hay sello del entrenador en el equipo, nada reseñable, y siendo cierto que la planificación del club ha sido deficiente, que la plantilla es corta y se ha hecho mayor, que seis directivos del Barça dimitieron en lo más duro del confinamiento y hasta uno insinuó que alguien metía mano en la caja, que no hay noticias de la auditoría que debe certificar que eso no es así y que la gestión de Bartomeu es un desastre, el encargado del equipo, de decidir cómo quiere jugar y con quién es Setién. Y la diferencia entre lo que prometió y lo que está haciendo salta a la vista. El reproche, la decepción, reside en las expectativas que él mismo creó por su trayectoria y alimentó con sus declaraciones de intenciones. Esto no es lo que nos habían contado: hemos sido engañados.
Como todos los grandes fichajes que se dilatan, el proceso sufre altos y bajos. En un pico de incertidumbre está el de Lautaro Martínez. A sus 22 años, el argentino es el objetivo número uno del Barça para reforzar su plantilla la próxima temporada. Sucede que el delantero del Inter de Milán tiene una cláusula de salida 111 millones de euros, sólo ejecutable las dos primeras semanas de julio, que el Barça se planteó hacer efectiva mediante cash más la ‘propina’ de algún jugador que entrase la operación.
Sin embargo, las cosas han cambiado en el Barça. Los técnicos han comprobado que las estrecheces económicas en las que ha entrado el mercado por la crisis sanitaria del COVID-19 han bajado sensiblemente los precios hasta el punto de que Timo Werner, 24 años, le ha costado 55 millones de euros al Chelsea. Werner, como Lautaro, termina contrato con su actual club, el Leipzig, en 2023.
¿55 millones por Werner, 50 por Icardi, y 111 por Lautaro? Eso por no hablar del precio que pagó el Dortmund por Haaland. La pregunta ha empezado a correr como un reguero de pólvora y, por supuesto, ha llegado a oídos de Josep Maria Bartomeu, que no quiere sobrepagar al argentino. En el entorno del club estaría mal visto. Pero también dentro. En un momento en el que se especula con una posible bajada
La decepción reside en las expectativas que él mismo creó y alimentó con sus declaraciones
de salarios, la popularidad de Bartomeu en el vestuario quedaría por los suelos si rompe el mercado.
Si el Inter no baja sus pretensiones y tasa a Lautaro en similares condiciones a las de Werner (los dos están valorados en 64 millones de euros por Transfermarkt), el Barça se pensará mucho atacar su fichaje. En el club azulgrana no descartan tirar un año más con Suárez, que termina contrato en 2021, y esperar un segundo año más brillante de Griezmann. Eso, si no pega un volantazo y, vuelve a intentar el fichaje de Neymar.