Bryan Gil y Kike García miden el ‘efecto Escribá’
El técnico regresa al Elche 2.100 días después
Fran Escribá, el hombre milagro del Elche, regresa al banquillo del Martínez Valero 2.100 días después. El valenciano se marchó en 2015 por culpa de un descenso administrativo, después de conseguir con honores su segunda salvación en la máxima categoría y un ascenso de oro. Desde ese día, Escribá pensó en su vuelta a casa. El técnico es un ídolo en Elche y ahora el salvavidas al que se aferra el entorno franjiverde tras la dimisión de Almirón. El argentino dejó un bloque deprimido, hundido y con una losa de 16 jornadas sin ganar. La llegada de Escribá ha supuesto un soplo de aire fresco para volver a creer.
Curiosamente, el técnico valenciano, en su reestreno, se reencuentra con el Eibar, el equipo que ocupó el puesto del Elche en Primera tras aquella decisión en los despachos.
Ante el cuadro armero, Escribá quiere poner la primera piedra de la salvación y, si puede, hacer algo de justicia por todo lo que ocurrió aquel verano. No será fácil porque el Eibar ha aprovechado todos estos años para curtirse en el fango. Encima, ahora tiene magia y gol. Bryan Gil y Kike García son la esperanza de Mendilibar para amarrar la permanencia. El técnico también hace cuentas y cree que ganando cuatro partidos más, empezando por el Martínez Valero, podrá acariciar el objetivo.
Escribá no ha dado pistas ni del posible once ni del sistema de juego para afrontar una final. El valenciano ha escondido todo bajo llave, aunque Fidel y Diego siguen lesionados. Mendilibar cuenta con su once de gala para poner fin a una dinámica de seis jornadas sin ganar que le ha metido de nuevo en un lío, pese a las buenas sensaciones lejos de Ipurua.
Hubo un tiempo en el que cualquier cuestión podía saldarse con esa frase inapelable
Por eso el otro día me sorprendí con la frase de marras en la punta de la lengua, a punto de decírsela a mis hijos en una pachanguita confinada en el pasillo. No fui capaz de usar eso que tanto me soliviantaba. Dudé si exclamar que el fútbol es para Monchis, o para directores de marketing, o para pivotes defensivos, pero al final recordé que, entre el furor periodístico por la superioridad física de los equipos europeos (¿?), la mejor noticia de estos días fue que José Rojo, Pacheta (ídolo mío en el Espanyol de Camacho), había tenido una reunión con la esposas, novias y madres de sus futbolistas en el Huesca, para implicarlas en el proyecto, conocer sus preocupaciones y hacer equipo hasta las últimas consecuencias. Entonces me acordé de la cara de Elena cuando le hablaba de mis viejos entrenadores, y lo tuve claro. Hijos míos: el fútbol es para Pachetas.