Alemany verá en Mestalla los cascotes de su Valencia
El derrumbe de la era Peter Lim en el Valencia, social, deportiva y económica, encuentra en el despido del balear su principal causa
La etapa de Mateu Alemany en el Valencia es recordada por su abrazo con Marcelino en la final de Copa de Sevilla; la era Peter Lim lo será, entre otros menesteres y despropósitos, por el despido del ejecutivo balear. Ese día comenzó el derrumbe de un Valencia que estaba enfilado para acercarse a Barcelona, Real Madrid y Atlético y que ahora está a 6 puntos del descenso.
Alemany regresa a Mestalla 535 días después de su salida del club. En el palco se reencontrará con Anil Murthy, la mano que meció su cuna, y con Joey Lim, quien llegó a Valencia tras su salida y que era quien le acompañaba en los traslados por Singapur cuando viajaba para verse con Lim. Alemany, hoy, desde el palco, verá los escombros de su proyecto, el de un Valencia que bajo su manto fue campeón y cuarto en Liga dos años seguidos. Alemany fue el arquitecto; Marcelino, su jefe de obra; Pablo Longoria, su decorador.
Joan Laporta, la misma persona que aconsejó a Lim su fichaje (también Javier Tebas jugó su papel), lo incorporó para su causa azulgrana. Alemany llegó a Can Barça avalado por su carrera en el Mallorca y su buen hacer en el Valencia. En los dos años que supervisó la planificación deportiva, el club che pasó de un presupuesto de 138 millones (2017) a los 200 de su último ejercicio (2019). El Valencia aumentó sus ingresos por competición, por taquilla y hasta en un 60% los de patrocinadores. Ello repercutió en que se contara con mayor margen de límite salarial (de 129,7M€ a 170). El valor de la plantilla a su llegada era de 286M€ y cuando se fue ascendía a 474M€. Hoy es de 246,70M€ (Transfermarkt).
Alemany, que llegó a un Valencia que venía de ser dos años seguidos 12º y cuya primera decisión fue el fichaje de Marcelino, participó en cinco ventanas de mercado. Entre sus pocos peros, no cerrar la renovación de Ferran. Realizó 25 fichajes (238 M€ , incluyendo los 12 de Correia, fichaje exclusivo de Lim) e hizo una ‘limpia’ de 47 salida (142’9M€ de ingresos).
Diferencias El valor de la plantilla que dejó Alemany era de 474M€ y hoy es 246
El Barça practica el suicidio regularmente cada ciertos años, para resucitar con suiza precisión
En glorioso respeto a sus más profundas, ancestrales tradiciones, el Barça se suicidó cuando menos debía. En realidad, suicidarse es una cosa que casi nunca viene bien. Lo reconozco como tentadora solución según las circunstancias: te abandona el amor de tu vida, estás ahogado en deudas, el mundo se desmorona. Justo lo que está ocurriendo. Messi se puede ir, el club está arruinado, la crisis mundial post pandemia no augura bonanzas y la inmoral Superliga no arreglará, por deliciosa incomparecencia, años de dislates económicos. Así que al barranco, dijo el equipo culé, y saltó.
El fútbol es asunto muy particular, pues permite practicar un suicidio tranquilizador y reversible. El Barça lo practica regularmente cada ciertos años, para resucitar seguidamente con suiza precisión. Tras años de Gaspartismo apareció Laporta. Con el fin de Ronaldinho llegó Messi. Post Rijkaard, Guardiola. Y tras Bartomeu y Lisboa, parecía que, lentamente, este Lázaro volvía a caminar entre los vivos, sensación acrecentada por la Copa del Rey más celebrada desde 2011. Nos habíamos emocionado tanto que no nos dimos cuenta de que la resurrección era incompleta, todavía no funciona alguna extremidad, el redivivo tiene gases, es miope, los errores defensivos penalizan, falta gol.
No habiendo querido morir, el equipo blaugrana no termina de saber vivir. Deja en muchas ocasiones los partidos abiertos, se relaja, se palpa el cuerpo y se extraña de sí mismo. El error individual penaliza la mejoría colectiva. Sigue un patrón errático en el que los contrarios conviven, por lo que da la sensación de que cada partido puede caer hacia cualquier lado, como corresponde a un adolescente más que a un cuerpo maduro, hecho. La mejoría pendiente está más relacionada con la resolución y la confianza que con lo somático. Ayudaría una carta de amor de Messi diciendo que se queda. Los próximos enfrentamientos en Liga, con rivales aún más autodestructivos, nos dirán si está medio vivo o medio muerto.
No ambas cosas.