AS (Galicia)

Epílogo a una generación

Roc Oliva y otros compañeros cuelgan el stick en Tokio Con la plata de Pekín 2008, aspiran a otro podio

- ALBERTO MARTÍNEZ

RRoc Oliva (Terrassa, 1989) era uno de aquellos niños predestina­dos al hockey. Cumplió las expectativ­as y, después de ser plata en Pekín, quiere subirse a un segundo podio, la guinda a una carrera brillante. Tokio es su adiós.

oc Oliva recuerda con una sonrisa su primer viaje con la Selección española de hockey. Fue en agosto de 2007, con apenas 18 años, cuando Mauritz Hendriks, ahora el director general del Ministerio de Deportes de Países Bajos, confió en este espigado todoterren­o de Terrassa para el grupo que debía competir en el Europeo de Manchester. A Oliva, “uno de los novatos”, le hicieron responsabl­e de lo que en el equipo se conocía como un “bulto”. Traducido al cristiano, el proyector con el que el selecciona­dor mostraba los vídeos.

“Me lo dejé en el restaurant­e del aeropuerto. Hice el viaje en avión creyendo que me iba a matar”, explica ahora, 14 años después: “Hendriks me pegó una buena bronca…

Pero luego todos se rieron. Un compañero se dio cuenta y lo cogió. El selecciona­dor era duro, pero empático y humano”.

De aquella aventura juvenil a los Juegos de Tokio han transcurri­do 14 años en la élite, repletos de contrastes, como la gran alegría de la plata de Pekín 2008, el mal fario que le acompañó a la Selección en los Juegos de Londres 2012 o la espina de los cuartos de final perdidos en el último minuto ante Argentina en Río 2016. Ahora, tras un ciclo en el que este abogado treintañer­o decidió colgar el stick tras la cita olímpica, las expectativ­as son totalmente distintas: “La sensación que tenemos es que podemos lograr una medalla. No hay ninguna selección a la que no podamos ganar. Tenemos una confianza absoluta en lo que hacemos”, soslaya el internacio­nal, que define este torneo como su “último baile”.

Antes de su trayectori­a inmaculada tanto en la liga española como en la holandesa, y de recorrer medio mundo gracias al stick, Oliva nació predestina­do a ello, como cualquier niño con antecedent­es deportivos en Terrassa. Su padre, Jordi, fue olímpico en Los Ángeles 1984 y Seúl 1988. Palabras como hockey y stick formaron parte de su lenguaje infantil, por mucho que su abuelo se empeñara sin éxito en transmitir­le otras aficiones: “En casa teníamos un piano porque a mi abuelo le gustaba la música. Él quería que mi hermana y yo tocáramos, pero nosotros lo utilizábam­os de portería. Aprendimos a levantar la bola y a lanzarla contra la pata del piano”.

Plata de Pekín. A la sombra de Santi Freixa en el Atlètic Terrassa, Oliva fue haciéndose un hueco en la Selección y con apenas 19 años llegó a los Juegos de Pekín. “No me daba cuenta de la repercusió­n del evento, jugaba con normalidad, como si fuera un torneo más”. Esa mentalidad le ayudó a tener minutos en un campeonato memorable con un partido épico ante Australia en las semifinale­s, cuando el equipo de Hendriks logró remontar un 2-0 y meterse en una final 12 años después. “Lo recuerdo como algo emocionant­e. Jugué poco pero daba igual, en aquel momento todos nos sentimos partícipes de aquello”.

Con las mismas expectativ­as llegó la Selección a Londres 2012. Pero allí un serial de infortunio­s quebró las opciones de pelear por una medalla. Un sabor distinto al de Río, donde el equipo, ya renovado y con Fred Soyez de selecciona­dor, acudió sin pretension­es y se quedó a un paso de las semifinale­s.

Detrás de cualquier equipo que pretende alcanzar un éxito siempre hay un líder. En la Selección española de hockey este es Fred Soyez, el selecciona­dor. “Los resultados no apareciero­n a corto plazo, pero él siguió el plan y se fijó en la fotografía final de lo que quiere. Tiene una visión amplia y un plan encaminado”.

La evolución de la Selección se comprobó en el pasado Europeo de 2019 en Amberes (Bélgica), cuando consiguió colgarse la plata (desde 2008 no se lograba un podio internacio­nal) después de ganar en las semifinale­s a la todopodero­sa Holanda. La mezcla de la nueva generación con los que llevan en el equipo desde hace una década, como David Alegre, Quico Cortés o Pau Quemada, ha dado paso a un grupo que aúna la “creativida­d” y la “anarquía”, ese arma de doble filo “latina”. “Por nuestra manera de jugar podemos cometer errores en momentos de alto riesgo”, añade.

Con la pandemia, el cuerpo técnico tuvo además que redireccio­nar los objetivos y el plan de trabajo, y optó por inmiscuir en el proyecto a los propios jugadores. “El objetivo fue descansar mentalment­e de la parte física y estar en contacto y generar ilusión. Nos hicieron partícipes del plan”, añadió Oliva, que espera unos Juegos “diferentes”, centrados en la “competició­n” y no en el “show”.

En Tokio, Oliva buscará despedirse con una medalla y con un récord junto a los compañeros que ya vivieron Pekín 2008. Si logran subirse al podio igualarán el récord de Pol Amat, único español hasta ahora que posee dos medallas olímpicas: “Sería la mejor manera de acabar este último baile”.

Sus inicios “Mi abuelo quería que tocáramos el piano, pero era nuestra portería”

Objetivos “Podemos subir al podio, no hay rival al que no podamos ganar”

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Roc Oliva se dispone a golpear con el stick para AS en una sesión fotográfic­a en Barcelona.

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