AS (Galicia)

El Polaco dejó la mina, el acordeón y la fiesta

Stablinski ganó la Vuelta, el Mundial, la Amstel...

- POR JUAN GUTIÉRREZ

Le llamaban El Polaco, porque sus mayores lo eran, aunque él ya nació en Thun Saint Amand, Francia, donde su padre, Martin, trabajaba en la mina de zinc. El futuro ciclista vio la luz el 21 de mayo de 1932, con el nombre de Jean Stablewski, aunque ejerció como Stablinski. La culpa fue de un periodista de La Voix des Sports, que le citó con ese nombre en un artículo donde le auguraba una “brillante carrera” tras vencer en el GP Leonide Lekieffre amateur en 1950. En esas fechas empezó a pensar que podía ganarse la vida con la bici, a pesar de la oposición de su madre y de la miseria familiar que le obligó a trabajar como minero y a tocar el acordeón en bailes.

Su vida no fue fácil. Su padre había conocido a su madre, Pélagia, en una visita a Polonia, tras enviudar de su primera mujer, con la que había tenido cinco hijos. Martin murió cuando Jean tenía 8 años, atropellad­o por un camión alemán cuando una patrulla le había parado en un control. Dos de sus hermanos fueron prisionero­s de los alemanes, otro ingresó en la Resistenci­a y liberó la Alsacia incrustado en el ejército de Estados Unidos... Tras la II Guerra Mundial, sólo

Jean permanecía junto a su madre. Así que tuvo que dejar la escuela para trabajar en la mina si no quería perder la casa.

A los 15 años conoció a un ciclista llamado Massera, que le aficionó a este deporte. Se compró una bici, en contra de su madre, y comenzó a correr por la región. Tras ganar tres pruebas, Pélagia le prohibió volver a competir. Para romper el veto, Jean llegó una noche borracho y fumando: “¿Esto es lo que quieres?”. La estrategia funcionó. Jean renunció a salir por la noche, a la fiesta, a cambio del ciclismo. Y surgió un campeón.

Ya en 1952, el cónsul de Polonia en Lille le reclutó para la Carrera de la Paz, prestigios­a vuelta amateur por el Este de Europa, donde ganó dos etapas y acabó tercero. Fue su trampolín a sus 16 temporadas en el profesiona­lismo. Pasó a la historia como el gran gregario de Anquetil, pero fue mucho más. Entre sus 106 victorias relucen la Vuelta 1958, el Mundial 1962, cuatro campeonato­s de Francia, la primera Amstel, cinco etapas en el Tour, cuatro en la Vuelta, dos en el Giro… Carcasona, en 1962, el año de su arcoíris, fue una de sus muchas conquistas.

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Jean Stablinski, en una prueba de la Copa del Mundo en Frankfurt.

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