Un pellizco en el corazón
Porque es un sentimiento que se lleva en el corazón…”. Así retumba en el estadio de Gran
Canaria uno de esos cánticos de la afición de nuestra queridísima Unión Deportiva
Las Palmas que te acarician el corazón. Ocurre que pocos escudos representan a una tierra como el de la UD a esta isla, tu isla, nuestra isla, lo que obliga a dignificarlo dentro y fuera del campo. El club amarillo está por encima de todo y todos, faltaría más. Se aplica en los despachos de una de las torres del Estadio aquello de que “lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal”. ¡¡Meeeeecccc!! Error grave.
Donde realmente se arregla el mundo es en la sobremesa. Ayer, mi amigo Néstor y yo nos negábamos a aceptar que
Juan Carlos Valerón y el tal pequeño Nicolás compartieran protagonismo y escudo, aunque bien es cierto que en vertientes totalmente opuestas. Por lo visto, abaratar el precio de las entradas sí devaluaba el producto amarillo. ¡Chócala! Vergüenza, estupor, pena, incredulidad. Elige tú, lectora/o. La UD, su imagen, su afición, una isla entera detrás del equipo de sus amores desde que éramos chiquititos. Todos nos merecemos un respeto. Que ese tipo lleve el escudo del equipo de nuestra tierra es, cuanto menos, indecente. Porque hay cosas que son sagradas. Sin querer, tarareo ese cántico cómplice entre la Naciente y el resto del graderío: “Los colores de Las Palmas ni se compran, ni se venden”. De nuevo, siento un pellizco en el corazón. Y a todas estas, el club dándolo todo apoyando al chico...