La corta memoria en el adiós de Bolt
De todos los titulares que leí sobre la despedida de Usain Bolt y, descartando aquellos que apelaban al drama o la pena, me quedo con éste: “Acabó la fantasía, empieza la realidad”.
Es cierto que el velocista jamaicano no merecía acabar lesionado y por el suelo en su última carrera. Tampoco merecía recibir un homenaje en activo de esa manera ni todos los titulares de los días previos recordándole que ya no era el más rápido del mundo. Y pregunto yo: ¿Todo porque quedó tercero? ¿Porque otros rivales lograron superarle en ese momento?
Aquí es donde llega mi reflexión. Se nos olvida demasiado rápido lo que los deportistas han conseguido, todas esas marcas alcanzadas casi en el umbral de los límites humanos...
El periodismo poco documentado puede dejar huella en los deportistas que día a día luchan por superarse. Sin objetividad y sin respeto se provoca en el atleta una falta de confianza y motivación que acaba desembocando en lesión.
Unos dicen que el tirón de Bolt se debió al frío mientras esperaba en el túnel y otros hablan de mala suerte o drama. Yo creo que ha sido una situación en la que el estrés se reproduce en el músculo, un cúmulo de situaciones en las que la mente entra más en juego que el propio cuerpo.
Así que “Se acabó la fantasía, empieza la realidad”. Sí, se acabaron los entrenamientos, las marcas sobrehumanas, los millones y millones de espectadores siguiéndole, pero no olvidemos la fantasía de su carrera deportiva, sus récords mundiales, ni todas sus horas de esfuerzo, sus renuncias a una vida normal, los días lejos de la familia o los días en los que el cuerpo decía basta. Deseemos a quien nos ha dado tanto que le sea muy feliz esta nueva etapa de realidad.
Lidia López Caparrós
Barcelona