Detroit: Become Human, una experiencia divergente
El juego de Quantic Dream es una reflexión sobre la IA
Detroit: Become Human, el último juego del diseñador francés David Cage, es una obra de arte que reflexiona sobre los problemas de la sociedad actual y los proyecta en una distopía ambientada en 2038 en la que los androides forman parte de la vida cotidiana de los humanos.
Al igual que en sus obras anteriores, Fahrenheit, Heavy Rain y Beyond: Dos Almas, David Cage sujeta todo el videojuego, si puede llamarse así, en una historia muy potente que el usuario va descubriendo capítulo a capítulo.
Tres personajes. Los protagonistas son tres androides que tendrán que enfrentarse a situaciones que entran en conflicto con sus programaciones.
Los tres hilos argumentales sirven para dar una perspectiva amplia de un futuro que no es todo lo ideal que debería ser.
Película o experiencia narrativa. En Detroit: Become Human el jugador debe fundamentalmente tomar en un momento determinado y breve tiempo decisiones que afectan al conjunto de la historia a través de Quick Time Events, aunque también hay que resolver puzles y en contadas ocasiones solventar fases de acción. Por lo que para muchos más que un juego es una película interactiva. Pero lo cierto es que David Cage ha conseguido crear un atmósfera en la que el jugador se siente dentro de la historia y sus decisiones son libres y relevantes para el desarrollo argumental.
Visualmente, increíble. Detroit: Become Human es una de las obras maestras en lo gráfico de la PS4. El rostro de los protagonistas, los ambientes, los efectos de luz, los movimientos... todo está realizado con un enorme gusto y una gran calidad.