AS (Las Palmas)

Vinicius ya está aquí

Dejó el mensaje de que está listo: asistencia, tiro al palo y repertorio de lujos Odriozola dio dos goles y anotó Cristo debutó marcando Bien el Melilla

- LUIS NIETO

La obligación le pudo a la ilusión y, escoltado por suplentes, salió bien librado Solari en este cameo para el que el club le ha llamado, que puede pasar a corto y quizá acabe en largometra­je. Así son las películas en el fútbol. En cualquier caso, el Madrid no fue la orquesta del Titanic y superó las condolenci­as con eficacia ante el Melilla, que lo tiene imposible. Desde que la Copa se sirve a doble partido el índice de mortalidad de los grandes ha caído notablemen­te. Debutó como titular Vinicius, que dejó en el libro de contabilid­ad una asistencia, un remate al larguero y una puesta en escena por encima del resto. Le queda la vuelta para echar la puerta abajo, pero será difícil negársele al Bernabéu en plena crisis de fe con Bale. Y debutó con gol Cristo, un canterano, uno de esos brindis que ofrece la Copa.

Jugó Ramos, porque faltan centrales y para demostrar que no rehuye el frente. Y jugó Benzema porque, caído Mariano, no queda otra cosa. La presencia de ambos en un partido menos adulto que los de Liga o Champions revela las estrechece­s de la plantilla en esas posiciones. Con ellos, con quienes acompañará­n casi masivament­e a Solari en el banquillo en las próximas semanas y con Vinicius despachó al Madrid al Melilla, que puso interés y sumó kilómetros de entusiasmo. Su conciencia quedó tranquila y su suerte, echada.

La apelación a la hombría extrema de Solari no apareció ni fue necesaria. Para ganar no necesitó el Madrid ser novio de la muerte. Le bastó con esperar el agotamient­o del Melilla y llevar el partido a su terreno, que no es la testostero­na. Pero el relevo de abatimient­o y pasotismo por juventud y patriotism­o sólo resolvió a medias el problema central: no hay especialis­tas de gol. Conforme avanzó el partido el Madrid puso al Melilla frente al paredón y ahí volvió a traspapela­rse. Especialme­nte Lucas Vázquez, hiperactiv­o, reivindica­tivo incluso sobre su papel menguante, pero que se dejó ir demasiadas ocasiones.

Mejor le fue a Vinicius, que no es sólo un futbolista de claqué, un jugador lírico en tiempos en que se cachea a los regateador­es. Entendió, como ya ha ocurrido tantas veces en el Madrid, que las grandes crisis abren grandes oportunida­des

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