El Síndrome Cruyff, o el fútbol que se explica con naturalidad
Valverde, Rubi y Eusebio evocaron ayer la figura del ‘Flaco’
Johan Cruyff es Stendhal, la evocación de su fútbol, de su figura y de su legado provoca una tremenda melancolía ante el desastre de la belleza perdida, que tan sólo puede evocarse de palabra y donde sobran las imágenes. El impacto que
Florencia le provocó al escritor francés se ha extendido en plaga en un amplio sector de feligreses que sigue reuniéndose en misas paganas como la que se oficia cada año gracias al acto de homenaje que organizan Els amics de Johan para hablar del fútbol del Flaco, del único fútbol que se transmite verbalmente, que va más allá del juego porque en cualquier ocasión de la vida te lleva a pensar “¿qué haría Johan ahora?”. Así son (somos) los de la secta cruyffista que celebra su akelarre anual en Mediapro.
Actuaron como sacerdotes de la nostalgia el actual entrenador del Barcelona, Ernesto
Valverde, el del Espanyol, Joan Francesc Ferrer ‘Rubi’ y Eusebio Sacristán, responsable del Girona. Dos años y medio después de su muerte, la fuerza de Cruyff es tal que en Barcelona hay bofetadas para conseguir una invitación para asistir en un acto en su memoria en la que no se proyecta ni una imagen de sus jugadas. Ni de los equipos que dirigió, ni las que hizo él como jugador.
El fútbol de Cruyff sigue siendo un elemento extraño dentro de este mundo, que se evoca como hacían los ancianos con los más jóvenes de la tribu. Es un fútbol para explicarse, seguramente para exagerarse, que creó un nuevo lenguaje que designó a los jugadores por posiciones y que fundó una corriente que únicamente es comparable al marxismo: tiene tantos discípulos que reivindican su obra como disidentes de la misma.
Pero lo que es innegable es que de la misma manera que conquistó a una treintena de tíos que un día pensaron, como confesó Valverde: “Todos decíamos que jamás íbamos a ser entrenadores, y mira ahora”, sigue congregando cada año a una serie de nostálgicos afectados del Síndrome de Cruyff.
“Ninguno quería ser entrenador…y mira ahora cómo estamos todos en los banquillos”