Anatomía de un mal
No hizo falta esperar muchas carreras para saber que, fanfarrias de pretemporada aparte, Ferrari no iba a ganar el Mundial en 2019. Y Mattia Binotto, director de la escudería, concede ahora lo que tardó en reconocer: “Perdimos desde el proyecto”. “Perdimos la lucha contra Mercedes al diseñar el coche el año pasado, porque no éramos competitivos al empezar el año. Era un proyecto que no era tan bueno como el de los rivales. Y eso es todo”, sentencia el suizo, que también ha ostentado el cargo de director técnico. Quizás este punto débil, tan simplificado, sirva como explicación a todos los problemas que han sacudido al Cavallino Rampante durante los últimos meses.
Porque este año falló la fiabilidad con averías que impidieron victorias (Bahréin y Rusia) o poles (Mónaco o Alemania). Falló la estrategia tirando primeras líneas (Japón y México). Fallaron los pilotos, demasiado Vettel (Bahréin, Monza o Silverstone) pero también
Leclerc (Bakú, Hockenheim o Suzuka),
con el accidente entre ambos en Interlagos como clímax. Aunque dejando a un lado los errores humanos y los problemas mecánicos, ensucia más el año de Ferrari esas sospechas sobre la legalidad de su motor amplificadas tras el bajón de rendimiento en justo cuando la aclaró ciertos vacíos legales sobre el flujo de combustible.
En clave técnica, el SF90 integró la mejor unidad de potencia, con una velocidad inalcanzable, pero no generó carga aerodinámica suficiente porque su diseño, muy eficiente al aire, priorizaba la punta sobre el paso por curva. Como consecuencia, los Pirelli no siempre funcionaban en la ventana de temperatura correcta y aunque Leclerc a veces sacó partido de un tren trasero suelto,
Binotto “El proyecto no era tan bueno como el de los rivales”