De Zidane en el derbi
Decidieron dos franceses: asistencia de Mendy y gol de Benzema ● Un gran Morata pidió un penalti ● Otro partidazo de Valverde
Thomas y Llorente levantando una pared insuperable para el pelotón de centrocampistas blancos. El equipo de Zidane había perdido el factor emocional. Todo resultaba aburridamente académico, un juego que nunca le gustó al Bernabéu. Este es un público que pide acción, ida y vuelta, cierto arrebato. Y esta vez, además, ni siquiera quedaba el refugio de la invulnerabilidad atrás, porque Morata se vació ante los centrales del Madrid y Vitolo y Correa aplicaron una velocidad a sus contras fuera del alcance de la defensa blanca.
Con un rematador vocacional, el Atlético probablemente se hubiera ido al descanso con ventaja, pero donde Simeone pidió un nueve el club le encontró un nuevo (Carrasco), que además lo era a medias. Cosas del mercado de invierno, que empiezan de una forma y acaban de otra.
Debió verlo tan negro Zidane que voló de palo a palo en el descanso. Entendió que la solución del partido estaba en el perímetro y cambió dos centrocampistas, Kroos e Isco, por dos extremos, Lucas Vázquez y Vinicius. Un viaje exprés del 4-5-1 al 4-3-3, casi siempre el traje de gala del Madrid. Resultó especialmente extraña la salida de Kroos, la brújula del equipo. Casi de inmediato Simeone se quedó sin Morata, trabajo más adrenalina, y tuvo que tirar de Lemar, que pasó enero esperando destino y no le encontraron ninguno.
La sacudida táctica no tuvo efecto inmediato. De hecho, la mejor oportunidad del Madrid en los primeros minutos de la segunda parte fue un zapatazo de Valverde, ahora ya como volante, rechazado sin demasiada fatiga por Oblak.
Pero Vinicius, cuyo fútbol callejero aún está por refinar, es el hecho diferencial del Madrid, más con Hazard fuera de órbita. Él diseñó el gol que puso en ventaja al Madrid. Atrajo cuatro defensas del Atlético (nadie como los regateadores ponen en guardia a tanta gente) hasta abrirle pasillo a Mendy, cuyo centro roscado lo remató a quemarropa Benzema. Ese gol acabó por levantar al Madrid, equipo maltrecho en la primera mitad y dominante en la segunda, y empequeñeció al Atlético, consciente que había dejado pasar su tren y de que se había dejado gran parte de su energía en el primer capítulo.
El Madrid encontró la emoción perdida y a un Valverde descomunal, aspirante a jugador de época. Ya no sólo fue suya la pelota, sino también la segunda jugada y las bandas, con un Mendy crecidísimo. Nunca será Marcelo, pero hace dormir tranquilo al Madrid por su banda. A última hora llegó Carrasco, otro de la cofradía del desborde, pero para entonces el Atlético tenía ya el crono, el ambiente y el ánimo en contra. Esta vez el derbi no fue contra corriente.