La adrenalina no
Isak y la negligencia defensiva echan a Zidane de su torneo maldito ● Odegaard marcó y no lo celebró
Había reconstruido Zidane el Madrid de atrás a adelante, achicando el equipo, volviéndolo responsable defensivamente, inventándose a Valverde, ascendiendo a Casemiro al generalato. Y de pronto, en la Copa, su competición maldita, se le apareció lo peor del pasado: un grupo largo, desencuadernado atrás, sin orden ni concierto, con Marcelo y Ramos en sus peores versiones. Aquello, ante un equipo de pies a cabeza como la Real, no coló, pese a la heroica embestida final. Del Bernabéu salió reforzado Odegaard y condecorado Isak. Vinicius, otra vez en máximos, no sirvió de consuelo.
Zidane ha mutado la tradicional alineación de conveniencia en alineación de convivencia, que deja a la intemperie el presente para hacer mejor el futuro. Tiene peligro. Ha utilizado la Copa para mantener vivos a Marcelo y James, jugadores de gran pasado y poco futuro, por lo que pueda llegar; para que Areola se mantenga en estado de alerta, aunque lo que alertó esta vez fue su presencia; para que Modric, Casemiro y algún otro se curen fatiga y estrés, enfermedades laborales comunes el fútbol; y para que los jóvenes completen el máster. Vinicius y Brahim, fundamentalmente. El malagueño es un jugador de artesanía y también de porvenir inmediato incierto porque carece de continuidad. De ese café para todos se ve ahora fuera Bale, sospechoso de escaqueo severo a ojos del público. Difícilmente podrá remendarse esa brecha emocional.
Así que ese equipo híbrido, mezcla de titulares y suplentes, con más seda que pana, se estrelló contra una Real muy reconocible que sólo se guardó a Portu, el jugador top de su plantilla en la suma de goles y asistencias. Pero el equipo de Imanol es excelente en el área ajena y su edad media le procura un recorrido larguísimo.
En el recuerdo blanco andaba esa primera parte pantanosa ante el Atlético con cinco centrocampistas. Así que Zidane ensanchó el campo con Vinicius, su ministerio de asuntos exteriores, y colocó a Brahim como tercer medio, por detrás de James. Fue una aceptación de la asimetría con dos mediapuntas de más estilo que trabajo y una mayor exposición al peligro ante un equipo sobrado de munición. Aquello no resultó. Brahim falló en el juego colectivo. James está al borde de la desconexión total.
Al arranque, en cualquier caso, le faltó el arrebato copero. El Madrid llegó con reparos, sin ir directamente al grano, y la Real le siguió