Cuarentena para el peruano Pizarro
■ Claudio Pizarro, que vive a sus 41 años sus últimos días como futbolista, no podrá jugar el lunes con el Bremen. Aunque dio negativo en coronavirus estará en cuarentena dos semanas después de que una persona de su entorno haya dado positivo. Por otro lado, Heiko Herrlich, técnico del Augsburgo, no se sentará esta tarde en el banquillo por haberse saltado el protocolo: salió del hotel para comprar pasta de dientes.
Siéntense. Disfruten. Vuelve el fútbol, vuelve la Bundesliga. Un torneo con un cariz propio, inconfundible. Un campeonato al que se le coge rápido el gusto. ¿Por qué? Por todo esto.
Estilo.
Si LaLiga es la técnica y la Premier es el físico, la Bundesliga es la velocidad. Se juega rápido. Las transiciones son endiabladas. La vocación por atacar y contratacar permite partidos muy abiertos, con goles. Klopp y Tuchel son el último exponente de esta escuela. Nagelsmann, técnico del Leipzig, será el siguiente en salir.
Gigante.
Hay un dominador claro llamado Bayern, que ha ganado 29 títulos y los últimos siete seguidos. Pero no siempre fue así. El Bayern militó en segunda y el título se ha repartido mucho (hay 29 campeones). Además de los bávaros, en los últimos 20 años lo ganaron Dortmund, Wolfsburgo, Werder Bremen, Stuttgart, Kaiserslautern...
Jóvenes.
Alemania es un lugar idóneo para foguear al futbolista joven. Véase Carvajal en su día o ahora Achraf. La lista de talentos es interminable: Sancho, Haaland, Reyna, Davies,
Zirkzee, Upamecano, Nkunku, Dani Olmo, Rashica, Havertz, Nübel, McKennie, Waldschmidt, Paulinho, Cunha, Thuram...
Culturas.
¿De qué equipo ser? Cada uno tiene su idiosincrasia. El Schalke es el club de los mineros, el
Unión Berlín el de los obreros, el Bayern lo crearon los propios jugadores, el Dortmund surgió de una parroquia, grandes empresas como Volkswagen, Red Bull o
Bayer levantaron al Wolfsburgo, Leipzig y al
Leverkusen...
Grada.
Si en alguna liga se echará de menos al público es en Alemania. Es, de hecho, la que más media de asistencia registra en Europa: 43.300 por partido. Las entradas cuestan de media entre 15,20 y 70,60 euros. Una cerveza y un perrito, 6,50. Todo enfocado al hincha.
Jóvenes Es el lugar ideal para los Haaland, Olmo, Davies, Sancho, Havertz...
Fútbol sin aficionados para que los aficionados no nos quedemos sin fútbol
Lo que más me gusta de los derbis es ese momento en el que buscas con la mirada a la hinchada rival justo después de que tu equipo marque un gol. Ahí están desplegados todos sus gestos de tristeza. Te recreas en ellos porque sabes que en cualquier momento pueden ser los tuyos. Saltas. Gritas. Vuelves a mirar. Te recreas un poquito más. Coges aire. Risa nerviosa. Todavía queda mucho partido. Sólo hace falta un error de tu equipo para que ellos te devuelvan la mirada burlona y tú tengas que agachar la cabeza.
Hoy se reanuda la Bundesliga y vuelve con un derbi sin aficionados, que es como beberse una cerveza caliente, una cosa aparentemente indigesta. Somos muchos los que veremos ese Borussia Dortmund- Schalke 04 porque a estas alturas de ayuno deportivo ya encontramos atractivo hasta el curling. Pero también lo veremos porque es el primer gran experimento del fútbol pandémico con la nueva orgía regulatoria: ¿Funcionará? ¿Cómo estarán físicamente los jugadores después de un parón equivalente al del verano, pero sin salir de sus casas? ¿Habrá muchas lesiones? ¿Intentarán estrecharse las manos aunque no puedan hacerlo? ¿Celebrarán los goles “en grupo, pero no mucho”, a un metro de distancia? ¿Cómo será eso de meterle un gol a tu máximo rival, hacer un gesto triunfal hacia la grada y escuchar un eco monumental? ¿A dónde mirarán los aficionados si el balón entra en la portería? Ningún zoom, videollamada o mensaje puede igualar el momento en el que echas un vistazo a la grada rival después de un gol de tu equipo en un derbi.
Seguramente este sea un peaje necesario: un Dortmund-Shalke 04 sin aficionados para que a corto plazo pueda haber uno con los mismos; fútbol sin aficionados para que los aficionados no nos quedemos sin fútbol. Pero es un peaje rarísimo. No es fútbol moderno, es fútbol postmoderno, con tintes de película de George Miller y despojado de emociones básicas como el sagrado recochineo con la afición rival. Esperemos que también sea un peaje breve, como lo que dura en un vaso una cerveza caliente.