Lo normal en el último derbi
Lo normal sería que al llegar sin nada que perder, como el año del Tamudazo, multiplicases tus opciones, por jugar a corazón abierto y sin necesidad de red contra tu eterno rival. Lo normal sería que la mera posibilidad de poder descender matemáticamente en el estadio del Barcelona te aterrorizara. Lo normal sería que accedieras al encuentro de entrenadores previo al derbi, por tradición, por educación y porque queda poco estético, aun siendo cierto, alegar problemas de agenda cuando te entrenas a última hora de la tarde, por mucho que sea a escondidas.
Lo normal, en la jornada 35, sería vivir tranquilo en la zona media de la tabla o con opciones de repetir en Europa, teniendo en cuenta que tu límite salarial es el noveno de LaLiga, tu presupuesto el mayor de la historia de la entidad y tu inversión en fichajes, la más alta con mucha diferencia. Lo normal, si todo eso se trunca y fruto de un sinfín de errores acabas certificando el peor año de tu historia, es que pidas reiteradamente disculpas, que des explicaciones una y otra vez no cuando el descenso ya sea irreversible, sino antes de que tu gente haya arrojado la toalla. Lo normal es que nunca más pisen el club los responsables de la catástrofe. Pero en el Espanyol ya nada es normal. Y por eso hoy, y hasta nuevo aviso, vive su último derbi.