Suárez y Vidal exigen su contrato para irse
El uruguayo apunta a la Juve; el chileno, al Inter
Una vez superada una semana en la que los cinco sentidos de la entidad estuvieron dedicados a Messi, empieza una fase decisiva para que el Barcelona de Koeman tome cuerpo y empiece a perfilar el equipo con el que debe de iniciar LaLiga. Pero para que lleguen nuevos jugadores, primero han de salir los que en principio no cuentan para el técnico holandés. Rakitic ya se ha marchado al Sevilla y en la rampa de salida se encuentran Luis Suárez y Arturo Vidal, aunque para que salgan del equipo, primero deberán resolverse sus respectivos contratos.
Ambos jugadores parecen tener cerrado un acuerdo con equipos de la Liga italiana. Suárez tiene cerrado un acuerdo con la Juventus por tres temporadas a razón de diez millones de euros cada una para ocupar la plaza de Gonzalo Higuaín, mientras que el chileno apunta al Inter de Milán. En lo que se refiere a los acuerdos de los jugadores con sus futuros equipos la cosa parece clara, pero no lo está tanto en cuanto a la manera de salir de Barcelona. Ahí es donde reside el problema.
Ambos jugadores tienen aún una temporada más de contrato y exigen la liquidación del mismo para irse. Suárez pide 17 millones y Arturo Vidal seis. Si este punto no se resuelve de alguna forma, la salida de ambos jugadores se complica y por consiguiente se complica también la llegada de refuerzos.
De momento, ambos jugadores ya acabaron la semana entrenándose aparte del grupo porque Koeman no cuenta con ellos. En el caso de Suárez también complica su salida el hecho de que para fichar por la Juventus necesite el pasaporte italiano al ser extracomunitario. Para poder acceder al pasaporte, el jugador debe de pasar un examen de italiano en el consulado de Italia en Barcelona. Ante tantas dificultades y la prisa que tiene el técnico de la Juve, Andrea Pirlo por incorporar ya a un delantero centro, es posible que el tren pase de largo para el uruguayo y que la Juve active un plan alternativo que incluya las opciones de Dzeko o de Morata. Suárez es el que más gusta, pero no le van a esperar eternamente.
Por su parte, Vidal espera del Barça un trato parecido al que el club tuvo con Ivan Rakitic en la salida del croata al Sevilla, cuando fue traspasado por 1,5 millones de euros.
Urgencia El club está obligado a dar bajas si quiere reforzar el equipo
Koeman sabe que tiene que aceptarle conductas que sobrepasan su libreto
Si por algo se ha caracterizado Ronald Koeman en su carrera como entrenador ha sido por acometer con firmeza revoluciones incómodas. Ha llegado a sus nuevos clubes y ha apartado a todo aquel demasiado conectado con los vicios del pasado. Ha impuesto una disciplina estricta, a veces hasta excesiva, y ha querido rodearse de un grupo de fieles que poco tengan que ver con los regímenes anteriores. No extraña en absoluto que sus primeras decisiones en la capital catalana hayan consistido en descartar a jugadores muy señalados por el público (Suárez, Rakitic, Vidal, Umtiti), que haya pedido a futbolistas a los que ya ha tenido y que son de su cuerda (Wijnaldum, Depay) y que no haya mantenido prácticamente a nadie del staff. Hasta ahora, Koeman estaba siendo muy fiel a sí mismo, y sus primeros pasos se asemejaban a los que dio en Valencia o en el Everton. Pero apareció Messi.
En este sentido, la gestión de la crisis provocada por el amago de fuga del crack argentino le plantea un nuevo reto. Durante toda su trayectoria, el entrenador neerlandés ha cimentado su liderazgo en una autoridad indiscutible, en una exigencia de compromiso que no toleraría dudas como las que ha expresado en público el rosarino. Si Messi fuera cualquier otro jugador del mundo, Koeman no habría permitido que un miembro de su plantilla cuestionara al club, amenazara con burofaxes y luego rectificara quedándose a regañadientes. Pero Messi es Messi, es el mejor, y hasta el inflexible Koeman sabe que tiene que aceptarle conductas que sobrepasan su libreto.
Sirva este ejemplo para entender lo complicado que es entrenar al Barcelona en estos tiempos. Los últimos inquilinos de ese banquillo imaginaron una manera de jugar y tuvieron que adaptarse a la naturaleza de un vestuario muy especial para intentar sobrevivir. Koeman parecía la apuesta más radical para imponer un nuevo orden, pero incluso él tendrá que construir su equipo alrededor de un jugador que acaba de afirmar que entendía que lo mejor era marcharse a otro lado.