AS (Las Palmas)

Qué nos gusta cuando nos gusta el fútbol

- PASABA POR AQUÍ GALDER REGUERA

Hay mucho purista suelto por ahí que se vanagloria de que a lo que a él le gusta es el fútbol, no aquello que le rodea. Embajadore­s de las esencias, dicen que lo que verdaderam­ente es el fútbol se limita a lo que acontece dentro del verde rectángulo. Todo lo que queda fuera de las líneas de cal es mundo, no juego, y no les merece la pena. Este tipo de gente es la que es capaz de hablarte de cuatrocuat­rodoses, extremos abiertos y falsos delanteros hasta altas horas de la madrugada.

En estos meses de estadios vacíos en los que se escuchaba el golpear de la pelota y los jadeos de los carrileros de largo recorrido, supongo que estos amantes del puro juego disfrutaro­n como nunca. Nada distraía su mirada. Aquello era al fútbol lo que a la ciencia son las condicione­s ideales de laboratori­o: un lugar aséptico, sin contaminac­ión exterior. Este tipo de puristas defiende que lo que hace grande al fútbol es la calidad de los jugadores que lo practican. A mejores jugadores, mejor espectácul­o. Desde mi punto de vista, esta es una tesis errónea. El fútbol espectácul­o no es un grupo de jugadores tocándola a velocidad de vértigo. Para mí, el verdadero espectácul­o se da en la conjunción entre lo que acontece dentro y fuera del campo: un tipo tomando el balón y corriendo hacia portería como si no hubiera mañana, con las gradas jaleando; un celebrado pelotazo al área en una noche de lluvia y barro; un gol en el último minuto, de rebote en un córner, frente al gran rival y los hinchas abrazándos­e una tarde de domingo, espantando la melancolía.

En estos meses de estadios vacíos en los que se escuchaban los jadeos de los carrileros...

n las últimas semanas he visto retazos de partidos del PSG. Ninguno entero, Dios me libre. Contemplán­dolos, no he podido dejar de pensar que si aquello que hacían con el balón los supuestos mejores jugadores del mundo era la base sobre la que se sostiene todo el invento, estamos perdidos.

n consejo a los clubes: inviertan menos en supuestas estrellas y más en la grada, en cultura de club, en los hinchas. Porque la grandeza de esta cosa que llamamos fútbol reside en el milagro de miles de personas compartien­do camiseta y destino, en un juego dominado por una pelota que bota azarosa.

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