AS (Las Palmas)

Vinicius apunta

El Madrid se lleva un Clásico marcado por el partidazo del austriaco y las diabluras del brasileño

- LUIS NIETO

El tiempo del Barça está aún por llegar. El del Madrid anda más cerca, porque todavía están en muy buen uso algunas de sus referencia­s (la troika de centrocamp­istas y Benzema), porque Vinicius parece más hecho que los escolares azulgranas y porque Alaba fue una mejor elección de mercado que las de Laporta. El austriaco, que siempre le ha ganado al Barça, fue por fin el mariscal que buscaba el Madrid. Ofreció su mejor cara en el mejor escenario posible. Al Barça, en cambio, le fallaron los tutores de su transición, De Jong y Memphis.

El Clásico fue clásico: 4-3-3 contra 4-3-3. En el Barça, porque Laporta estuvo tentado de meterlo en esos estatutos sometidos al oleaje de la asamblea del sábado por si a Koeman o el que venga se le ocurre profanar el libro sagrado del cruyffismo. En el Madrid, por eliminació­n: la semana en que Ancelotti se salió de ese carril y cometió alineación indebida el equipo terminó dando tres vueltas de campana. Así empezó el Clásico, en el que el técnico italiano, para ser un teórico del miedo, anduvo más valiente que el holandés: él puso un extremo de lateral (Lucas Vázquez) en zona sísmica (la que sacudían Jordi Alba y Memphis) y su colega repitió con un lateral de extremo (Dest), por si convenía durante el pleito pasar a un 5-3-2 por el camino.

Y si clásicos fueron los formatos, también lo fue el inicio. El Barça avanzó su línea defensiva casi al centro del campo. Es la primera parte de su plan. La segunda, reducir la superficie útil, forzar la salida del rival por las bandas y emboscarle allí, en esa ratonera que es su primera presión. Sabe que todo lo bueno sucede en campo contrario y todo lo malo en el propio, sobre todo si un rival como el Madrid suelta sus galgos. También es el culto a un estilo en el que el cómo importa tanto como el qué, en el que se valora más el buen pie que la pierna dura de un central. Ese extremismo no siempre está justificad­o. Para todo hay remedio. También para esto: la pericia en la salida de la pelota (y ahí Kroos tiene la llave maestra) y la precisión del juego en largo, porque el andamio del Barça se viene abajo ante la profundida­d ajena.

No tuvo antídoto el primer Madrid, que cumplió la peor de las previsione­s, la pérdida rápida y la ausencia de escapatori­as para Rodrygo y Vinicius, su patrulla águila. Para el segundo reservó Koeman una guardia doble: Mingueza más Dest. Fracasaron ambos.

Fue una angustia efímera la del Madrid. Lo que tardaron Modric y Kroos en ver por dónde iba la mano y en darle carrete a Vinicius, que llegó al partido con ese echarle cara a esto que le ha hecho pasar de meme a peligro público. Por él se rompió el partido. Bailó claqué

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Ter Stegen grita de rabia después de apuntillar el Madrid al Barça con este gol de Lucas Vázquez, que se gira tras adelantars­e a Eric Garcia en el 0-2.
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