Adiós a un mito
Roger Federer anuncia en una carta su retirada tras la Laver Cup ● Se va con 20 Grand Slams y un legado imborrable
Jugar contra Federer”. Eso contestó Carlos Alcaraz preguntado por AS tras ganar el US Open sobre algo que le hiciera especial ilusión. Unas declaraciones que simbolizan bien lo que ha representado Roger Federer a lo largo de sus 24 años de trayectoria profesional, que concluirán tras la Laver Cup (del 23 al 25 de este mes). El suizo de 41 años, ganador de 20 Grand Slams, difundió ayer una carta en su Instagram anunciando la despedida. “De todos los regalos que me ha dado el tenis en los últimos años, sin duda, lo mejor que me llevo ha sido toda la gente que me he encontrado por el camino”, comenzaba.
“(...) Como sabéis muchos de vosotros, en los últimos tres años se me han presentado muchos retos por lesiones y cirugías. He trabajado duro para volver a la mejor forma competitiva, pero también conozco las capacidades de mi cuerpo y mis límites y es el mensaje que mi cuerpo me ha dado (...) El tenis me ha tratado más generosamente de lo que nunca hubie- ra soñado. Y ahora debo reconocer cuando es el momento de terminar mi carrera”, concluye la misiva.
Con el adiós del suizo se despide una forma de entender el tenis. Más allá de sus logros, la estética del campeón helvético ha trascendido este deporte para convertirse en icono global. Nadal y Djokovic, las otras dos patas del Big Three, no tienen nada que envidiarle en cuanto a registros. De hecho,
ambos han superado su marca en los Grand Slams, 20 títulos por los 21 del serbio y los 22 del balear, en la recta final de sus carreras.
Pero si algo ha engrandecido la histórica rivalidad entre estos tres monstruos, ha sido precisamente la diferencia entre sus idiosincrasias. Nadal y Djokovic, no exentos de talento, representan más una idea de voluntarismo, de suplir las
carencias innatas con trabajo. Federer, en cambio, ha dejado tras de sí una pátina de divinidad. Como si el tenis le hubiera elegido a él y no al revés.
El abogado de la elegancia, ha esquivado todos los charcos que podría haber pisado. Siempre atento con la Prensa, es imposible encontrar en su hemeroteca una mala palabra hacia sus compañeros. En el dique seco desde que en agosto del año pasado sometiera su rodilla derecha a cirugía, hacía tiempo ya que el suizo estaba fuera de la carrera por convertirse en el hombre más laureado del tenis. Con 41 años y un cuerpo maltrecho, se antojaba difícil verle peleando de nuevo en las altas esferas. Tras de sí quedan los citados 20 títulos de Grand Slam, 103 en total en el circuito ATP (28 Masters 1.000), con un registro demoledor de 1.251 victorias (solo superado por Connors con 1.274) y 275 derrotas, un 82% de éxito (y un pico del 94% entre 2004 y 2006).
Dio el salto a profesionales en 1998. En 2001 estrenó su palmarés y en 2003 alzó su primer grande en Wimbledon, su jardín particular, y su primer Masters. El 2 de febrero de 2004 accedió por primera vez a la cima del ranking, que ocupó 310 semanas a lo largo de su carrera. 237 consecutivas, una marca que nadie ha conseguido batir. En 2009 se entrometió por primera y última vez en Roland Garros, territorio Nadal, y completó el Grand Slam. En Australia se coronó seis veces, en Wimbledon (el último grande que jugó, en 2019) ocho y en Estados Unidos cinco. Seis en el Masters. Con Suiza se adjudicó la Davis de 2014 y su única cuenta pendiente ha sido el oro olímpico individual (en 2012 fue plata) que tampoco ha alcanzado Djokovic, sí Rafa. El de dobles lo ‘cazó’ en Pekín 2008. Cifras que permanecerán inertes ya. Llegarán nuevos jugadores, muchos serán grandes estrellas. Algunos de sus registros serán batidos. Pero nadie podrá borrar de la memoria tenística ese impecable revés, esa imagen de deidad, casi ajena al sudor y al esfuerzo, que dejaba en cada una de sus victorias. Se cierra una página de la historia del deporte, escrita con un trazo genuino.