Vieja escuela para lo bueno y para lo malo
Rudy Gobert es la gran estrella de la selección francesa y un pívot que gana partidos desde la intimidación
Pocos jugadores polarizan las opiniones como Rudy Gobert, ancla de la selección francesa. Pívot de 30 años, 2,16 y 236 centímetros de inacabable envergadura, un récord (en 2013) en las pruebas previas al acceso a la NBA que después batió Edy Tavares. De brazos inacabables y físico prodigioso, Gobert en un cinco puro, de vieja escuela.
Absolutamente determinante en defensa, con una capacidad intimidatoria que cambia (y gana) partidos, y unos rudimentos ultra básicos en ataque: no tira y no tiene movimientos al poste, pero acaba cualquier alley oop, por muy arriba que vaya. Es el espacio vertical, sumar por encima del aro en defensa y ataque, en una era de obsesión por el espacio horizontal: muchos tiradores en pista, percusión desde el triple, altares al pase extra.
Ese Gobert, el de los tapones prodigiosos y los sacos de rebotes, lleva nueve años en la NBA (27 del draft en 2013) y acaba de ser traspasado de Utah Jazz a Minnesota Timberwolves a cambio de un retorno descomunal: cuatro jugadores y, con condiciones, seis primeras rondas de draft. En 2016 firmó una extensión de cuatro años y 102 millones de dólares y en 2020 una de cinco y 205, entonces el tercer contrato más alto de siempre y el mayor para un pívot. Ha sido tres veces all star y tiene tres premios de Mejor Defensor de la NBA. Solo tienen más Ben Wallace y Dikembe Mutombo. Nada menos. Lleva ocho años promediando más de dos tapones y la pasada temporada apiló 15,6 puntos y 14,7 rebotes por noche. Pero Gobert también es un jugador cuyas limitaciones se hacen a veces dolorosamente evidentes, a contracorriente en el baloncesto actual. Con los Jazz acabó siendo un estorbo en series de playoffs en las que el rival optaba por retirar a sus interiores y bombardear, a
Polémico No cae muy bien a otras estrellas de la NBA y lloró por no ser 'all star'
toda velocidad, desde el exterior. En 2019 fue objeto de burlas porque lloró cuando no fue elegido all star. En 2020 fue el póster de la COVID, el primer jugador que dio positivo en la NBA mientras daban la vuelta al mundo, una broma muy
pesada, sus imágenes tocando los micrófonos de la prensa y saltándose el primer conato de normas de pandemia que aplicó la NBA. No cae bien al resto de estrellas, que lo suelen elegir el último cuando hacen los equipos del All Star Game,
y tuvo problemas con el otro líder del vestuario de los Jazz, Donovan Mitchell. Con Francia, tiene una plata olímpica y tres bronces, dos en Mundiales y uno en un Eurobasket. Le falta un oro, una cima que, además, podría llegar con MVP.