AS (Las Palmas)

‘Harakiri’ alemán

Gündogan, de penalti, premia la gran primera parte germana ● Doan y Asano obraron el milagro nipón

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Si el batacazo argentino fue el primer seísmo de Qatar 2022, en el estadio Khalifa se vivió una réplica de un calibre muy parecido. Alemania se disparó en el pie por no saber cerrar un partido que volteó sorprenden­temente la segunda unidad japonesa. Los Samuráis Azules le metieron el miedo en el cuerpo al gigante germano al poco de comenzar, cuando Tanaka le robó un balón a Gündogan para armar una contra mortal que no hubiera acabado en gol anulado si Maeda tuviera el timing de un delantero aseado para no meterse en fuera de juego.

Era el minuto 8 y el panorama era ya diáfano. Moriyasu había tendido su alambre de espino con dos líneas compactas esperando poder acelerar a la contra. Mientras, Müller y Musiala escarbaban por dentro en busca de fisuras. La primera apareció en el 20’, pero Gonda taponó con manos duras el disparo seco de Kimmich. Fue la primera de muchas del meta del Shimizu, que fue ayer un héroe con mayúsculas. A partir de ahí, los de Flick intentaron entretener por dentro para sorprender por fuera con un Raum en amplitud cada vez con más tiempo para maniobrar ante una Japón totalmente comprimida. El lateral del Leipzig había avisado ya antes de recibir una delicia de

Kimmich para plantarse ante Gonda. El portero nipón derribó al defensa y Gündogan transformó la pena máxima.

Japón había sido muy poco y sufría a un Kamada completame­nte desactivad­o. Con Alemania circulando fluida y rápida, el daño pudo ser aún mayor casi sobre el final del primer acto. Pero el fuera de juego semiautomá­tico apareció al rescate de los nipones, invalidand­o el tanto de Kimmich, después de otra llegada por fuera germana. Alemania había jugado de manual y obtenía algo de rédito.

El inicio del segundo tiempo fue vertiginos­o. Moriyasu había movido ficha introducie­ndo a Tomiyasu y pasando a tres centrales. Inexplicab­le que el del Arsenal no hubiera jugado de inicio. En la previa, Flick había esperado hasta el final a un Müller renqueante y su talismán se lo estaba pagando con una cátedra de lectura de los espacios. Gnabry volvió a amenazar, pero su remate acabó peinando la cruceta. Fue el preámbulo de un Musiala felino, que casi firma una de las jugadas de lo que va de torneo, después de quebrar en el área a un ramillete de defensores. Para entonces Japón se desperezab­a y Alemania no sentenciab­a. A la hora, Gündogan rondó el premio a su solvente partido, pero el poste escupió su disparo, después de la enésima cabalgada de Musiala. Las ocasiones caían y caían, pero el segundo no llegaba y Alemania lo iba a pagar.

Fue el momento Gonda. El meta se había agigantado para sostener a Japón con una triple parada oblakiana, que dio paso a la estampida nipona. La puesta en escena de Doan, Mitoma, Minamino y Asano llenaban a Moriyasu de argumentos y los Samuráis se lanzaron cuesta abajo. Flick ayudó retirando a Gündogan. Desorden y pánico. Neuer respondió a la primera de Ito, incluso a la segunda, pero no alcanzó el remate a bocajarro de Doan. Japón empataba y ya no frenaba en su ímpetu. Vertical y directa, se había liberado de los complejos y quería más. Asano recibió en largo y al espacio frente a un pasivo Schlotterb­eck, que era incapaz de ni tan siquiera amenazar al avanzado nipón. El ariete le dio las gracias con un derechazo que completaba el castigo para Alemania y para Flick.

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