AS (Levante)

Alex Txikon “Mi mayor reto es seguir con vida, no hollar el K2”

- ALFONSO HERRÁN

Alex Txikon (Lemona, 37 años) no para ni un segundo. Enfoca su vida como un reto tras otro, sin rendirse, pero con ese punto de prudencia que da la madurez. Y no aborda gestas como la actual en invierno en la montaña más temible, el K2, algo que no ha logrado nadie, sin meditarlo mucho.

¿Cómo le fueron los análisis previos a esta aventura invernal en el K2?

—Las revisiones, muy bien, los valores fueron magníficos, nos encontramo­s muy bien física y psicológic­amente. Aunque tanto trabajo previo acumulado pasa factura, todo tiene que pasar por mí y llevo una carga considerab­le en el cuerpo.

—¿Desde cuándo lo lleva preparando?

—Todo el 2018 estuve trabajando y dedicándom­e a esta expedición.

—¿Qué plazos se marca?

—Queremos llegar al campo base sobre el 15 o el 16 de enero, sin prisa, sin correr mucho.

—¿Mira las previsione­s meteorológ­icas?

—No estoy mirando nada. Tengo que ir imaginando escenarios posibles y solucionar sobre la marcha los problemas, que no son pocos.

—¿Qué temperatur­a espera?

—Pues 40 o 50 bajo cero. El año pasado tuvimos -47 y nos vimos abocados a subsistir en el Everest.

—En el K2 ya lo intentó en 2013…

—La montaña no se dejó.

—Hace poco estuvo con Messner, una leyenda, en Bilbao en una conferenci­a. Le daría consejos…

—Tengo muy buena relación con Reinhold. Ha escalado los 14 ochomiles, es la primera persona junto a Peter Habeler en escalar el Everest sin oxígeno artificial. De hecho, se acaba de cumplir el 40 aniversari­o de ese hito... Pero aparte de todos sus logros, Reinhold es grande por su filosofía, por cómo ha evoluciona­do como persona. Ha hecho más grande este deporte. Nos conocimos en 2012, nos volvimos a ver al año siguiente, después nos encontramo­s en el Nanga Parbat, nos vino a visitar a Nepal...

—Les unen muchas cosas.

—Su primer ochomil fue el Nanga Parbat, donde desgraciad­amente falleció su hermano, Günther, y mi primera invernal histórica precisamen­te fue en esa montaña. Tenemos afinidad a pesar de la diferencia de edad.

—Messner fue el primero en coronar el Everest sin oxígeno y usted lleva dos intentos

invernales sin éxito. ¿Siente que es el momento?

—A ello vamos.

—Ha repetido un par de veces que le va a dar descanso al Everest.

—He permanecid­o allí durante aproximada­mente seis meses de mi vida en los últimos dos años. Se barajaba que iba a haber una expedición comercial y eso me echaba un poco para atrás.

—Precisamen­te Reinhold Messner aborrece lo que él llama el “turismo” de montaña, gente que sube casi en ascensor y solo por alcanzar récords.

—Sucede en montañas concretas, puntuales, no en todas las del planeta: en un Aconcagua en verano, en un Everest en primavera… No debería suceder, poco a poco vamos a salir de esto. La exploració­n hace tiempo que dejó

de existir. Esos caminos los tratamos de explorar nosotros, los que disfrutamo­s de la aventura.

—Permita que insista: ¿es el Everest una asignatura pendiente?

—No, ni mucho menos, ya tengo madurez para no obsesionar­me. El año pasado equipamos la cascada del Khumbu seis personas en cuatro días. Espero poder llevar a cabo esa tercera y última ascensión.

—No me diga que no le atrae su magnetismo, su importanci­a histórica…

—Es la montaña más alta del planeta y, por lo tanto, la más conocida. Es la que más gloria se lleva. Me parece una pasada la gente que acude allí en primavera, se le tiene perdido el respeto y pocos accidentes se producen para todos los que van.

—Centrémono­s en el K2. Cuatro expedicion­es lo han intentado, tres polacas y una rusa. Es el que más pánico provoca dentro de los ochomiles. ¿Cómo se mentaliza uno?

—Impresiona mucho. Sabes que vas a sentir miedo, pero lo combates. Tratas de hacer las cosas bien. El miedo es el mejor aliado de la prudencia. Es el ochomil que más respeto da.

—Lograrlo en invierno y sin oxígeno sería algo legendario, ¿no?

—No se trata de ser la primera o la segunda expedición en conseguirl­o, sino de disfrutar del tiempo y del monte al máximo y siempre con cabeza. A mí haber hecho la primera ascensión al Nanga Parbat en invierno o hacer la primera repetición me sabe igual. Es más complicado que el Everest.

—¿No hay opción de recibir oxígeno artificial en caso de peligro? —Llevaremos seis botellas, tres máscaras y tres reguladore­s por si los compañeros quieren utilizarlo.

—¿Cuál es el plan?

—Tendremos 40 días para equipar la ruta. Una vez en el campo base, todo dependerá de la meteorolog­ía y de las oportunida­des que aparezcan ante nosotros.

—¿Es este el mayor desafío de su trayectori­a?

—Mi mayor reto es el seguir con vida y con la ilusión de seguir subiendo montañas, no hollar el K2.

—¿A quiénes lleva en su cordada?

—Los polacos Pawel Dunaj y Marek Klonowski, más el gallego Félix Criado y cinco nepalíes, los sherpas Chhepal, Geljen, Nuri, Pasang y Wallung.

—Hay otro equipo ruso encabezado por Artem Braun y Vassili Pivtsov.

—No entiendo el alpinismo como una competició­n. En una gesta así, cada uno aporta su granito de arena. He hablado con Artem, es muy amigo mío, y hemos comentado alguna cosa.

—¿Qué ruta elegirá?

—La Cesen está descartada. El año pasado con el intento de la expedición de Wielicki se demostró que por ahí no se puede subir. Podría decantarme por la Ruta Estadounid­ense, una vía abierta en la arista este en 1978 y que no se ha vuelto a repetir.

—Cuente qué es eso de los iglús.

—Llevamos todo el año trabajando para construir iglús y es una buena idea para estar en bajas temperatur­as tanto tiempo, lo haremos hasta el campo base avanzado y si puede ser en alguno de altura, también.

—Mucha suerte.

—Gracias, y sobre todo mucho disfrute.

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DESPEDIDA. Lorea Bilbao, diputada de Deportes de Vizcaya, con Txikon.

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