Un niño inquieto con trastorno obsesivo compulsivo
■ Shane Larkin nació en
Cincinnati en 1992, meses después de los Juegos de
Barcelona, en una familia de deportistas. Su padre,
Barry, jugó hasta 2004 en las Grandes Ligas de béisbol, en los Cincinnati Reds, y en 2012 entró en el Hall of Fame. Shane era un niño hiperactivo, no paraba quieto y por eso no siguió los pasos de su progenitor: “No quería practicar un deporte como el béisbol en el que debía esperar a que la pelota viniera a mí, prefería otro en el que pudiera participar más en el juego”. Así que el baloncesto le ganó la partida al béisbol, pese al interés de algunos compañeros de Barry en los Reds que le daban consejos individuales.
El pequeño Larkin, con solo ocho años, fue diagnosticado de trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Lavarse las manos una y otra vez por miedo a los gérmenes es uno de los síntomas de esta enfermedad. Y Larkin se las lavaba ocho veces seguidas hasta provocarse heridas que le sangraban. El baloncesto le ayudó.
El jugador ha explicado cómo convivía con la enfermedad y cómo la superó en la ESPN, que realizó una serie de entrevistas para hablar de la salud mental en la NBA. Si cuando se vestía sus pantalones cortos tocaban la alfombra, ya no le servían y debía coger unos nuevos tras lavarse las manos ocho veces. Si antes de ir al colegio el perro le rozaba, volvía al baño a lavarse... Sí, ocho veces. “No podía apretar el botón del ascensor, pero sí estar en una pista con gente sudando que se tocaba la nariz o la axila y luego cogía la pelota. Un día, después de horas jugando, me comí una hamburguesa sin lavarme las manos y entendí que no tenía ningún sentido todo lo que me pasaba”. Ha colaborado con alguna fundación y se plantea crear la suya: “Quiero decirle a la gente con TOC que no está sola”.