La Croacia de Modric está contra las cuerdas
La República Checa certifica el pase a los octavos de final si vence e incluso puede valerle un empate
La población de Glasgow vive hoy pendiente del Inglaterra-Escocia y la cuarentena obligatoria a checos y croatas limitará la presencia de aficionados.
La caída del Muro de Berlín (1989) provocó un efecto dominó que, con escalas de violencia diferentes, trastocó el mapa geopolítico de la vieja Europa. En términos futbolísticos, la República Checa, subcampeona de Europa en 1996, y Croacia, subcampeona del mundo en 2018, fueron los países de nuevo cuño más agraciados en el reparto de estrellas. Hoy, en el bando checo, brilla Patrick Schick, que ha pasado de villano del país por su expulsión contra Gales hace tres meses a héroe por sus dos goles ante Escocia el pasado lunes; mientras que la luz que guía a Croacia sigue siendo la que irradia Luka Modric.
Croacia, que sin Subasic, Rakitic o Mandzukic no es la que era, se la juega esta tarde en Glasgow y con arbitraje del español Del Cerro Grande. Cuentan en el país balcánico que la convivencia entre veteranos y noveles dista de ser la que les llevó a la final contra Francia en Rusia, y el seleccionador Zlatko Dalic carga contra la prensa por airear trapos sucios. Pero el verdadero problema de Croacia es futbolístico. Las estadísticas dicen que en su derrota contra Inglaterra solo hicieron un disparo y cuatro regates y en sus últimos seis partidos han marcado cinco goles y tres fueron contra Malta. De ahí que su once vaya a presentar novedades y suenan los nombres de Petkovic y Vlasic, que llegaron renqueantes a los primeros días de concentración.
La vida por Praga es de vino y rosas tras el triunfo ante Escocia. El combinado de Silhavy quiere sellar su pase a los octavos y un empate le podría valer. Silhavy tiene en mente introducir algún cambio por aquello de que el estilo de Escocia nada tiene que ver con el de Croacia. Así, en la medular, Holes entrará por Kral.