AS (Levante)

Pie en Wembley

Morata, que empató en el 80’, y Olmo, que estuvo brillante, fallaron sus lanzamient­os ● Jorginho certificó la victoria italiana

- REPORTAJE GRÁFICO MIGUEL MORENATTI Y AGENCIAS

jeroglífic­o que los internacio­nales italianos se veían incapaces de descifrar. Pero ni siquiera en el vestuario se encontraba la solución, pues la segunda parte se inició bajo el mismo patrón.

El peligro de Italia llegaba en las contras, como la que finalizó Chiesa en el 52’ con un remate que detuvo Unai. Mancini lo tenía claro, pues refugiaba al equipo en un 4-5-1 con Immobile en punta. El partido estaba en ese momento en el que amenaza con romperse, con las fuerzas escasas y el rigor táctico en entredicho. Un paisaje en el que Italia florece bien. Y así lo hizo. Un balón perdido, un toque al hueco de Insigne a Chiesa quien, tras un despeje desafortun­ado, supo dar con una rosca que acabó en gol. La reacción fue buena e inmediata. En el 64’ un pase con tiralíneas de Koke no fue rematado por Oyarzabal, que incomprens­iblemente no acertó a cabecear cuando muchos ya cantaban el gol. Tampoco encontró portería un disparo de Olmo en el 66’. Por entonces ya estaba Morata en el campo (suplió a Ferran), mientras que poco después entró Gerard Moreno (por Oyarzabal). A España no le quedaba más remedio que jugársela en ataque aun a riesgo de que una contra italiana cerrara el partido.

Y como el fútbol es de valientes, recompensó a la Selección. Justo cuando el piso picaba hacia arriba como ese Mont Ventoux que hoy aguarda a los ciclistas del Tour, Morata inició una carrera que alguno pensaría suicida. Nada de eso. El madrileño condujo el balón como si no hubiera mañana, hizo la pared con Olmo (pletórico en todo y también en ese pase) y remató con su zurda junto a la cepa del poste derecho de Donnarumma. Gol. Más que eso, golazo. Y una puerta a una prórroga que tenía en vilo a dos países. España confiaba en aprovechar la inercia de ese tanto con el que Morata se convertía en el máximo goleador español en la historia de la Eurocopa: seis, por los cinco de Fernando Torres. Pero ese viento de cola no llegó. Y cuando lo hizo, faltó acierto. Ni siquiera en una carambola tras una falta sacada con todo el picante por Olmo que deparó el doble remate de Morata y Busquets. La Roja no dejó de intentarlo ante una Italia que lo apostaba todo al islote de Belotti en ataque. Fue inútil. El partido ya tenía la palabra penalti escrita en la frente. Lamentable­mente, escrita en blanco, rojo y verde. Olmo y Morata, tremendos antes de llegar a esa lotería, fallaron y Jorginho certificó con su acierto el pase de Italia a la final. Otra vez será.

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el apoyo a la afición en Wembley.
Los internacio­nales españoles agradecen el apoyo a la afición en Wembley.

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