Neymar y el traspaso de poderes
“El milagro se produjo y ahora el Barça tiene una leyenda para cultivar para siempre. No es una final, pero los culés la festejan como tal. Lo extraordinario del desenlace hace que se traslade de lo futbolístico a lo emocional”.
Una de las pocas cosas, muy pocas, que uno tenía claro en el maremágnum de emociones que se produjo en el Camp Nou después del 6-1, era Neymar. Muy pocas veces se ha visto tal influencia de un futbolista en los diez últimos minutos de un partido grande. Un tiro diabólico en la primera parte, un carrusel de faltas provocadas, una pillería ante Meunier, un pulso firme en el lanzamiento de penalti, sangre fría para recortar a Verratti antes de centrar hacia Sergi Roberto…
Yun detalle definitivo. En el 88’ y cuando Messi tenía el alma destrozada y la cabeza abajo (admitámoslo, se sentía perdedor), se quedó solo delante del balón para lanzar una falta que de intrascendente se convirtió en trampolín de una gesta increíble.
Hubo un momento en que el Barça iba por un lado y Neymar, encendido, por otro. Se sentía Superman. Nadie, nadie creyó como él. Gigante, incontenible e innegociable en su manera de pensar, tan discutida por frívola en ocasiones. “Seremos felices en el campo, esa es la filosofía del Barça”, advirtió el domingo. Pudo ser sólo un espejismo que socios que inauguraron el Camp Nou en 1957 admitían no haber visto “jamás” a la salida del Estadi. Hacía muchos años que en el Barcelona nadie se sentaba en la misma mesa de Messi para discutir su trono. Pudo ser, por qué no, el inicio de un traspaso de poderes. El tiempo hablará por Neymar.
“Se festeja como si fuera una final”