El Athletic pliega ante un Submarino viento en popa
Víctor Ruiz, Bakambu y Adrián marcan y avisan al Sevilla
El Villarreal tiene licencia para soñar. Voló con once, rugió con diez y avisa al cuarto. Con una madurez competitiva tantas veces añorada, tumbó al Athletic y se pone a orillas del Sevilla, que aún está en cabeza pero que al no encontrar una terapia eficaz contra su depresión hace creer a los que cazan. La Champions, tras la decepción veraniega, vuelve a planear por el Mediterráneo. Los goles de Víctor Ruiz, Bakambu y Adrián le hicieron sobreponerse a un empate de Laporte psicológicamente dañino, a una lesión de Castillejo que le pilló a la contra y a la justa expulsión de su central estrella con 20’ por delante.
El partido fue trepidante. El Villarreal se mostró en el arranque más preciso en la creación y eléctrico en los metros finales. El Athletic, con la línea prieta y alta, no encontraba su sitio. En defensa bailaba al son de Bruno. Y en ataque le costaba encontrarse con Raúl García y Aduriz. Así, el Submarino pronto tuvo el premio del gol. Castillejo se coló por una rendija y Víctor Ruiz machacó. La alegría duró un suspiro. Laporte remató un córner de Beñat en el segundo palo. Solo, a placer y con el pie. Normal que Escribá explotara. El Villarreal, como cada vez que tiene un contratiempo, casi descarrila. Al borde del descanso, tras una galopada de De Marcos, Aduriz pudo remontar con un cabezazo al larguero. Lógico que Escribá resoplara.
La reanudación llegó con un precioso regalo y varias sorpresas. Soriano soltó un pase entre líneas de genio que Bakambu convirtió en oro a la carrera. Esta vez el Villarreal no sólo supo administrar la renta ante un Athletic que a domicilio ruge menos. También acertó pronto para ampliarla. En una falta lateral, Trigueros puso una rosca en el área, Víctor Ruiz sirvió con inteligencia y Adrián, en racha, remató la faena. La media hora restante fue una dura batalla por resistir y reaccionar. Con uno menos, el Villarreal se defendió con veteranía, mientras Aduriz y De Marcos se desesperaban: por empotrar su talento otra vez en la madera y contra la valentía de Andrés, y por ver cómo se aleja viento en popa un rival directo.
Sin fortuna Laporte empató y Aduriz remató dos veces a la madera