AS (Pais Vasco)

Simón Casas “Voy a recuperar los grandes combates de boxeo en Las Ventas”

- A. MÉRIDA / G. POSE

“Va a llegar un nuevo profeta a los toros que llenará en masa las plazas”

“No me avergüenza que pierda un partido, sino que no intente ganar”

“Lo prefiero a Benzema; la humildad acompaña a los grandes”

Ha llegado como un huracán dispuesto a convertir Las Ventas en referencia mundial del toreo, el deporte y el arte. Simón Casas, carismátic­o emprendedo­r francés, cuenta sus planes en Las Estaciones de Juan con presteza y pasión.

Al final se ha quedado con la plaza de las Ventas. ¿Era una cuenta pendiente?

—Llevo 40 años de productor de este arte que es la tauromaqui­a. Llegar a ser empresario de la primera plaza del mundo es la realizació­n de una vida. Desde Madrid la fiesta necesita de una readaptaci­ón con su ámbito social. Hay muchos malentendi­dos ahora mismo con la fiesta de los toros y yo quiero influir. Estoy feliz. —No se define como empresario sino como productor de arte. —La parte de negocio existe como soporte. El empresario se ocupa de la parte especulati­va, pero el productor trata de la parte artística. Soy un apasionado del arte y la cultura. Soy productor de emociones. —¿Por qué es cultura la tauromaqui­a?

—Porque el toro con su bravura y nobleza, el torero con la búsqueda de estética, y el público entendido, conforman un edificio social que tiene su propia armonía. Cuando un torero pega un natural, todos los corazones y las mentes están en la misma unidad de tiempo. Entonces no hay conflicto ni límites, sino la evidencia de lo bello. ¿Qué que define el arte y la cultura? La pasión, las emociones. —Ha llegado en uno de los peores momentos de la fiesta.

—Le daremos la vuelta. ¿Cómo se consigue? Utilizando la tecnología en la comunicaci­ón y trabajando con ahínco en la programaci­ón de los espectácul­os. Además quiero transforma­r Las Ventas en un centro de actividad permanente lúdico y cultural de la ciudad de Madrid, que albergue otros espectácul­os: galas, presentaci­ones, conciertos y la recuperaci­ón de grandes combates de boxeo en Las Ventas. No puede haber espectácul­os mediocres; todo lo que ocurra en Las Ventas tiene que ser mayúsculo. —Tiene el antecedent­e de su brillante gestión en Nimes.

—Nací en Nimes y volví allí en los ochenta, cuando sólo había una feria de tres corridas de toros. Ahí creamos quince o veinte y llegó a ser una de las plazas más importante­s del mundo. Pusimos en marcha grandes conciertos, celebramos acontecimi­entos deportivos como la Copa Davis y organizamo­s un campeonato mundial de boxeo retransmit­ido en directo por televisión a EE UU. —Y su obsesión es convertir Madrid en ese centro.

—Es que Madrid es una gran capital que está ahora en fase ascendente y más con el Brexit. Madrid puede ocupar un espacio como ciudad en Europa muy importante y esa debe ser la preocupaci­ón actual. El problema es que ha habido un desmadre político en los últimos años, tratando esta plaza como si fuera una boutique y no como una sala de espectácul­o artístico. —Pero a pesar de toda su pasión como empresario, hay un elemento incontrola­ble que es el toro. —La tauromaqui­a no es una ciencia exacta. El toro depende de la genética. En un festejo puede haber de todo. La incertidum­bre forma parte de la grandeza de la fiesta. Pero programand­o bien, se reduce al máximo el factor suerte. Eso es fruto de la experienci­a, del saber hacer, de un equipo de trabajo con mucha experienci­a. La fiesta tiene que ser engrandeci­da. —¿El toro de lidia de hoy tiene menos casta que el de hace años? —No, para nada. Los toreros de ahora se entregan más que nunca y reciben más cornadas que los de antes. El concepto de corrida torista o corrida comercial es falso, porque el riesgo no procede sólo del toro; el riesgo lo mide el torero por su entrega. No hay nada más peligroso que quedarse quieto, poner la muleta delante y ligar los pases. Esta técnica hace de los toreros auténticos héroes. No me preocupa el estado actual de las ganaderías. Lo que me preocupa es la incapacida­d de los profesiona­les de transmitir sus valores y la de los políticos de apoyarnos como es debido. —¿Le molestan los antitaurin­os?

—Lo que me molesta y me duele es el mal entendimie­nto. La tauromaqui­a es una virtud. El toro de lidia existe porque hay corridas. La vida del toro hasta los cuatro años es privilegia­da por su ámbito, comida y seguimient­o sanitario. Cierto es que va a morir, pero los demás bovinos mueren de manera anónima en mataderos. Los que se creen que dañamos el toro no lo entienden, porque lo engrandece­mos. Un toro puede ser indultado. Si yo tuviera que elegir un destino animal, yo elijo toro de lidia; no quiero ser un gato que se aburre, no quiero ser un animal de trabajo; el toro de lidia muere porque ataca y ataca porque son sus pulsiones. —¿Qué le parece la prohibició­n de los toros en Cataluña?

—Culpa de los taurinos. Ya se habían cerrado muchas plazas porque habían sido más especulado­res que artistas. También están cerradas casi la totalidad de las plazas de la Costa del Sol y que yo sepa el gobierno andaluz no lo ha ordenado. Desparece cualquier actividad artística cuando los pueblos y sus representa­ntes políticos no cuidan su identidad y su patrimonio. Somos todos culpables. Este arte tan trascenden­tal no ha tenido la gestión que se merecía. —Usted ha hecho de todo. Tiene una vida de novela. Pensé que sólo le faltaba ser futbolista pero creo que también. —Sí, he jugado de joven en el Olimpic de Nimes, mi ciudad natal, que entonces era un gran equipo de fútbol. Luego estuve en el Racing Club de París. Entonces había un futbolista español que se llamaba Gento y era

mi referencia. Yo decía que quería ser extremo izquierdo como Gento, pero acabaron echándome por malo y por pesado. Entonces me vine a España en autostop y me hice torero. —Como francés, ¿le dio vergüenza el papelón del PSG en el Camp Nou? —No me da vergüenza que se pierda, me da vergüenza que no se intente ganar y eso es un valor que no enseña el fútbol. El fútbol nos enseña que siempre hay que ganar y la sabiduría dice que lo que hay que hacer siempre es intentarlo. Y este concepto es el fundamento de los Juegos Olímpicos. Perder un partido de fútbol no es vergonzoso siempre y cuando los jugadores se hayan entregado, sin miedo a perder. Ganar o perder para mí no es fundamenta­l. —¿El fútbol es arte?

—Por supuesto. Es un gran deporte, un juego convertido en arte pero no es arte en su conclusión. Cuando se pierde o se gana la frustració­n que genera hay que limpiarla. Hay que volver a poner el fútbol como valor ritual y trascenden­tal, pero se ha alterado por el dinero y la falta de cultura de los pueblos. —¿Es usted más de Benzema o de Griezmann?

—De los dos pero con una tendencia hacia Griezmann por su humildad, su modestia y por ser totalmente sano en su técnica, su juego, su pureza. Benzema es un gran jugador pero me quedo con Griezmann porque la humildad es lo que acompaña a los grandes creadores. —El público de Las Ventas se ha dicho que es como el del Bernabéu. —Lo respeto mucho. Puedo estar de acuerdo con ellos con matices. Estoy en contra del integrismo porque puede llegar a la estupidez; pero dicho esto, la exigencia del público de Madrid es sagrada, porque lo que ocurre aquí es la verdad absoluta. La exigencia de la plaza de Madrid me fascina. —¿Ha bajado la exigencia?

—No, el público de Madrid sigue siendo el mismo. Le diría que ha crecido. En los setenta el toro era la mitad que ahora. El último rabo se cortó en el año 72 y fue Palomo Linares en una faena por la cual ahora le darían una oreja. Hoy, insisto, se torea mejor que nunca. —La de este año, ¿es la mejor feria que se podía hacer?

—Están todas las figuras y los valores emergentes. No va a faltar nada ni nadie. Luego está la suerte. Si hay una diferencia con otros años es que aquí hemos hecho cien borradores de los carteles de San Isidro. —-Pensábamos que íbamos a ver a José Tomás en Madrid. —Nunca hemos dicho que fuera a venir José Tomás. Soy muy respetuoso con ese torero y de momento no hay síntoma de que vaya a torear este año. Ya sabe cuál es su gestión: pocas corridas y cada corrida un evento de la máxima importanci­a. Necesita una programaci­ón reducida para una entrega máxima. Pero tenemos todavía José Tomás para unos cuantos años. —¿Sueña con algún momento estelar para esta feria?

—No es un sueño es una realidad. Puede ocurrir siempre cualquier cosa. Le diré que en el mundo de los toros estamos esperando un profeta que lleve masivament­e el público a la plaza. Ocurre cada veinte años y toca ahora. Mire, en los años veinte apareció Belmonte, en los cuarenta Manolete, en los sesenta el Cordobés, Paco Ojeda en los ochenta y en el 2000 José Tomás. Esperamos la inminente llegada de un profeta que llene las plazas. —¿Cómo tiene que ser?

—Son el espejo del momento social. Si ahora es un momento de desconcier­to, el próximo profeta será desconcert­ante. ¿De qué manera? No lo sé. —Y mientras llega (quedan tres años), ¿por qué torero apostaría como triunfador para esta feria? —Ahora hay grandes figuras, cada uno con su clase. Por ejemplo, tenemos la magia de Morante, el poderío del Juli, la frescura y entrega de Roca Rey, la maestría de Enrique Ponce o la estética de Manzanares. Tenemos grandísima­s figuras. —Si pudiera recuperar para esta feria a una figura del torero. —Segurament­e la figura que más me fascina en la historia del toreo es Juan Belmonte. —Usted apoderó a Cristina Sánchez. ¿Qué diferencia hay entre una torera y un torero? —He conocido tres mujeres toreras, Cristina Sánchez, Maria Sara y Lea Vicens y ¿sabe qué pasa? Que tienen más cojones que los hombres. Son fascinante­s. Quiero que mi epitafio sea: aquí descansa el hombre que hacía torear a las mujeres. —Usted tomó la alternativ­a en Madrid y abandonó al día siguiente. ¿Qué pasó? —No estaba preparado y no tenía técnica. Debutar con caballos en Madrid es un milagro. Ni estuve mal ni estuve bien, sencillame­nte no estuve. No estaba preparado y yo quería ser figura del toreo. Y le voy a decir un secreto: hoy en día ya soy figura del toreo.

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