AS (Pais Vasco)

Zidane rentabiliz­a la fidelidad

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Si usted fuera Zidane se quejaría menos y le parecerían coherentes muchas de sus decisiones. Cuando aterrizó por primera vez en el banquillo del Bernabéu cogió un grupo deprimido y hastiado por la sobredosis de pizarra que Rafa Benítez, con toda su buena intención, intentaba meter en vena al Madrid. Iluso. Creía que éramos como el Liverpool. Pues no. Para ser entrenador de éxito de un club con las exigencias máximas y la presión brutal que tiene defender este escudo, hay que quitarse el disfraz de Míster Látigo y convertirt­e en el hermano mayor de los jugadores, en su segundo padre. Complicida­d antes que autoridad. Seducción antes que imposición. El arte de lograr que te admiren aunque seas su superior jerárquico.

Zidane ganó tres Champions seguidas como entrenador, logro jamás alcanzado por ningún otro inquilino de su gremio. Y el hombre no se da importanci­a. Ya fue un icono como jugador y no le aturde ni confunde alcanzar el nirvana futbolísti­co desde otro escenario. Zidane cree que la fidelidad y la lealtad te dan a medio plazo muchos beneficios. La innovación y la revolución sólo son necesarias cuando te encuentras un grupo rendido y sin ambiciones. Él ha sabido rescatar, por dos veces, a una tropa que iba a la deriva. Zinedine los cautiva con esa sonrisa diáfana y permeable. No es un jefe, es un amigo...

Por eso y aunque yo a veces me ponga de los nervios con ZZ por su decisión de apostar casi siempre por los mismos cromos, al final tengo que acabar dándole la razón. Sus fieles siempre darán la cara por él y eso es una garantía. Un vestuario unido es una roca.

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