AS (Pais Vasco)

Bofetón de

Un gol del polaco impide la primera victoria de España en la Eurocopa ● Morata adelantó a La Roja

- HÉCTOR MARTÍNEZ

El miércoles jugamos ante Eslovaquia la final de la Eurocopa. Es una final que llega mucho antes de lo esperado. En realidad, es una final que no da acceso al título sino a seguir vivos en un torneo que ha arrancado torcido. Los empates ante Suecia y Polonia nos obligan a ese cara o cruz. Ni siquiera el gol de Morata sirvió para espantar los fantasmas. Porque el verdadero fantasma, este de blanco, con un águila en el pecho y bota de oro, se llama Robert Lewandowsk­i. Su gol nos dejó helados. Y casi sin respirar hasta el próximo miércoles.

Luis Enrique dice entender los pitos si el aficionado ve apatía en el campo. No la hubo en el debut ante Suecia, cierto, pero también son comprensib­les las críticas ante la falta de gol. El acierto cara a portería es el bien más preciado en el fútbol. “Aquí te juzgan por los goles, no por los kilómetros que corres”, decía Kiko Narváez (a quien cualquier duelo con Polonia sabe a tortillita de camarones desde el oro olímpico de Barcelona 92) en la retransmis­ión de Telecinco. Siempre nos quedará la duda de si la entrada de Gerard Moreno en el once titular respondió a la libreta del selecciona­dor, a lo que tenía previsto antes siquiera del empate a cero ante Suecia, o al clamor popular. De lo que no cabe ninguna duda es de que su inclusión trajo aire fresco a La Roja.

De inicio, todo presagiaba un fortín polaco anclado en sus tres centrales, Bereszynsk­i, Glik y Bednarek, pero bastaron dos pinceladas para darse cuenta de que Polonia no era Suecia. Paulo Sousa pretende inculcar en la selección del águila un juego de cierto atrevimien­to, y pese a ser consciente del rival que tenía enfrente, no cambió de patrón. Por eso echó algo hacia atrás a Zielinski. El centrocamp­ista del Nápoles debía erigirse en enganche de Swiderski, correa de transmisió­n natural para que los balones llegaran finalmente a Lewandowsk­i. Y eso son palabras mayores. Klich, en el minuto 5, ya avisó del peligro rival con un disparo que se fue ligerament­e alto. Un ojo lo fijábamos en el balón y el otro en lo que hacían Morata y Gerard. El de la Juventus mantenía el rol de anteriores partidos, mientras que el del Villarreal hacía de Ferran Torres pero con tendencia a colarse en posiciones interiores, allí donde despertar las dudas de los tres centrales polacos.

Y precisamen­te en una de esas jugadas llegó, por fin, el primer gol de la Selección española en esta Eurocopa. El delantero del Villarreal

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