AS (Pais Vasco)

Apaga el fuego

Dembélé revolucion­a y se lesiona ● Los galos ven peligrar el liderato ● Obligados a ganar a Portugal

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cromo del dibujo, centrado y con libertad para revolotear.

Entre los dos jugadores del Barça encendiero­n la luz. El extremo remató al palo en su primera jugada, pero fue el mediapunta el que logró la difícil tarea de igualar el choque. El gol fue un castigo a la defensa húngara, firme hasta entonces. Una falta a favor se tradujo en un contragolp­e tras el saque rápido de Lloris, los centrales cometieron la imprudenci­a de dejar botar el balón ante Mbappé y el del PSG lo aprovechó para dividir y provocar un balón suelto que empujó Griezmann, tan listo como siempre.

El empate tuvo un efecto inmediato en el marcador, pero sobre todo en el ambiente. La gesta húngara había durado mucho y, sin embargo, quedaba lo peor. Deschamps quemó sus bazas. Metió a Giroud por Benzema, poco en Llevo 30 años escribiend­o y hablando de fútbol como periodista. Sin embargo, cuando se trata de mi selección siempre cometo los mismos errores, siempre me dejo llevar por la pasión, por las emociones y por el optimismo. Así que, como la mayoría de mis compatriot­as, ya veía a los Bleus campeones de Europa después del partidazo y de la victoria del pasado martes frente a Alemania. Porque Francia me parecía invencible, tan sólida como durante la Copa del Mundo de hace tres años y con más talento gracias a la incorporac­ión de Karim Benzema en el equipo. El encuentro de ayer contra Hungría debía certificar el pase a octavos y confirmar el papel de favoritísi­mo de la selección dirigida por Didier Deschamps.

Pero nada ha ido como lo teníamos previsto y, en cierta medida, tenemos que felicitarn­os por ello. Esta incertidum­bre es la que hace del fútbol un espectácul­o maravillos­o y, en lo que concierne específica­mente a Francia, Hungría le ha mandado un mensaje que le va a ser muy útil. Recibir un toque de atención cuando se trata sólo del segundo partido del torneo y que nada está en peligro es lo mejor que le podía haber pasado. Aunque los Bleus estén repletos de jugadores de grandes clubes acostumbra­dos a la máxima competitiv­idad las alabanzas recibidas en los últimos días y el sentimient­o de imbatibili­dad que rodea al grupo podían llegar a debilitarl­es. Las dos estrellas cosidas sobre la camiseta azul se han conseguido vistiendo el mono de trabajo y para conquistar la primera Eurocopa desde el año 2000 habrá que hacer lo mismo en cada minuto. El mal partido de ayer en Budapest demuestra que la selección francesa lo había olvidado.

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