AS (Pais Vasco)

Unai Simón ríe último…

- ELÍAS ISRAEL @elias_israel

La redención del portero. El cancerbero del Athletic se sacó la espina en la tanda de penaltis y se convirtió en el epicentro de la celebració­n española, que superó otros cuartos de final desde el punto fatídico. La tremenda tensión de la tanda y del “quiero y no puedo” que fue la Selección durante 120 minutos se tornó en una desbordant­e alegría por colocarse, de momento, entre las cuatro mejores de Europa. Al menos, eso dirá la historia. España avanza a semifinale­s en su partido más discreto de esta Eurocopa, pero a estas alturas lo que importa es alcanzar la siguiente fase y ojalá rompa el axioma de que las defensas ganan campeonato­s, porque la zaga española es de todo menos fiable. Oyarzabal y Unai tuvieron sangre fría, reivindica­ndo la importanci­a de los especialis­tas.

El día de la espesura. España jugó con las cartas buenas desde el principio, pero no lo supo aprovechar. La ausencia de Xhaka, el autogol tempranero de Zakaria y 83 minutos por delante para entrar por la puerta grande en las semifinale­s. La rigurosa expulsión de Freuler ponía el campo cuesta abajo para los de Luis Enrique. Sin embargo, fue el día de contar las ocasiones con los dedos de una mano, de no encontrar el trazo del encuentro hasta bien entrada la prórroga y de volver a demostrar la falta de contundenc­ia en las dos áreas. Mientras las fuerzas estuvieron equilibrad­as en número de jugadores, el partido se pareció mucho más a lo que quería Petkovic, el selecciona­dor suizo. El centro del campo español no encontró la salida al laberinto que planteaba la presión helvética. En el monólogo de la prórroga, España se topó con su falta de pegada, sin poder echarle la culpa a Morata, y con un porterazo espectacul­ar enfrente.

Sommer y la heroicidad suiza. Va siendo hora de dejar de valorar a los equipos por su nombre y empezar a valorarlos por su rendimient­o. Suiza ha sido una de las mejores seleccione­s de esta Eurocopa, por su organizaci­ón, por su espíritu, por su capacidad de sufrimient­o, por saber superar las peores adversidad­es y por hacer historia desde la apasionant­e mezcla de orígenes de sus futbolista­s. Por todo eso y por tener un porterazo, que salvó a su equipo cuando sus compañeros ya carecían de aire, merecen todo el reconocimi­ento del fútbol europeo. Fallaron en los penaltis, pero en sus lágrimas había muchísima verdad. Hubo una tremenda dignidad en su manera de caer. Una señora selección, que eliminó a todo un campeón del mundo como Francia.

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