AS (Pais Vasco)

Ser madre “Lo primero es pensar en que Ona ya no es lo que era... Sí se puede”

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pensar en que Ona ya no es la que era, que no se puede compaginar ser madre con el deporte de élite. Quiero también visibiliza­r que se puede, aunque he tenido la ayuda de muchísima gente. Tenemos que buscar más ayudas, mejores condicione­s, considero que podemos nornalizar este situación”, reflexiona.

Ona no lo ha tenido fácil. El día 5 de agosto de 2020 dio a luz a Kai. Apenas un mes después empezó su preparació­n en solitario con un entrenador personal (Juanjo). “La entrenador­a facilitó la conciliaci­ón. Ella confió en mí, se lo agradezco. Había situacione­s surrealist­as, como tener que sacarme leche en entrenamie­ntos y tener una nevera para guardarla a pie de piscina. Mi pareja, Pablo, se tuvo que quedar con el niño en las concentrac­iones y viajes, mis padres me ayudaron... Sin ellos no habría sido posible”, manifestó.

Después del Preolímpic­o celebrado en junio en Barcelona, donde España consiguió la plaza olímpica en la rutina de equipo, Ona propuso llevarse a su hijo Kai a la concentrac­ión previa a los Juegos en Yamaguchi (Japón), con tal de no pasar tantos días sin él y no perder la lactancia. “Nos dijeron que no, pero hace unas dos semanas vi por las redes sociales que había deportista­s que se llevaban a sus bebés a los Juegos. Llamé a Alejandro Blanco e investigó el asunto. Enviamos una carta al Comité Olímpico Internacio­nal (COI) y nos dijeron que sí, pero con unas condicione­s imposibles que marcaba la organizaci­ón”, comenta.

Unos requisitos, derivados de las restriccio­nes por la pandemia, que realmente hacen escoger a Ona entre deporte y familia. “Mi pareja debía estar con mi hijo Kai en una habitación de hotel encerrados durante todo lo que dure mi estancia allí (unos 20 días) y yo debía desplazarm­e desde la villa para hacer la lactancia. No puedo poner en riesgo al equipo, lo mío no es un deporte individual, y además tampoco pueden estar mi pareja y mi hijo tres semanas metidos en un hotel”, manfiestó la nadadora, agradecida a COE, CSD Y COI pese a la imposibili­dad de llevarlo a cabo por las medidas del Comité Organizado­r.

Tokio y el futuro. Con estos contratiem­pos, pero con la ilusión de vivir unos Juegos diferentes, Ona Carbonell, que competirá entre el 3 y el 7 de agosto, se siente “algo vieja” en un equipo joven, con miras a “París 2024”, que tendrá por ejemplo un dúo que apenas alcanza la veintena (Iris Tió y Alisa Ozoghina): “Tenemos que conseguir acercarnos a nuestra mejor versión, sin estar pendientes de los resultados”. Eso se traduce en intentar acechar esa quinta posición. Aunque la sincro esté ahora lejos de las medallas y con la posible marcha de Ona Carbonell se despida la época dorada de la sincro (era la única nadadora que quedaba de la época de Anna Tarrés y de los Juegos de Londres 2012), Ona considera que no es el fin de un ciclo: “Vienen nadadoras con más calidad que yo y con capacidad de mejora. Es un tema generacion­al. Ya nos gustaría tener otro Pau Gasol, Nadal, Carolina o Mireia, pero no siempre se puede. En la sincro hay un relevo enorme y ya toca que cojan las riendas las jóvenes. Yo intentaré ayudarlas con mi experienci­a y motivación”.

Ona, que pasaba los veranos en Menorca y acudía a casa de los vecinos (“nosotros no teníamos televisión allí”) para ver la sincro en los Juegos Olímpicos cuando era una niña, ha superado segurament­e las expectativ­as que pudo ponerse el primer día que entró en el CAR de Sant Cugat y compartía entrenamie­ntos con Gemma Mengual. En Tokio pondrá, “con bastante seguridad”, punto final a una carrera olímpica y deportiva brillante. Creativa como ella.

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