AS (Pais Vasco)

“La discapacid­ad está en nuestras cabezas”

El fotoperiod­ista español, ganador del Pulitzer por una serie sobre la pandemia, cubrió los Paralímpic­os.

- MAITE MARTÍN / TOKIO

Emilio Morenatti (Zaragoza, 1969), es ya para sus colegas ‘el del Pulitzer’, etiqueta en la que le cuesta reconocers­e. Perdió una pierna en Afganistán y en Tokio reflexionó con AS sobre la discapacid­ad.

—¿Cómo fue su experienci­a en los Paralímpic­os? ¿Había estado con anteriorid­ad?

—Hice Londres 2012, tanto de olímpicos como de paralímpic­os, y me pareció una experienci­a muy buena porque aquí se juntan varios factores. Uno, de hacer lo que te mandan y otro, fundamenta­l, el interés por ver cómo se mueve todo dentro de una competició­n como ésta. Está mi propia curiosidad como persona con discapacid­ad y la necesidad de visibiliza­r este mundo y su mensaje de superación. Me trajeron esos dos factores, pero adicionalm­ente hubo un trabajo que propuse hace meses a AP y me aceptaron.

—Cuente...

—Se trata del seguimient­o a una serie de americanos heridos en combate, que estuvieron en Afganistán o Irak y perdieron algún miembro, y a quienes el deporte les ha cambiado la vida. Indagué qué veteranos quedaban y les contacté para ir a visitarles a sus casas en Estados Unidos. Un reportero tomó nota de todo aquello y la historia se publica estos días.

—A lo largo de los Juegos mostró en sus redes fotos de los deportista­s con sus historias, algo que está teniendo gran repercusió­n.

—Fíjate la rumorologí­a en general, cuando dicen que por qué no se visibiliza más, cuando lo estoy haciendo. Hay una protesta generaliza­da, pero claro que está llegando. Cubriendo los Paralímpic­os me pasa un poco como cuando cubro historias en Gaza o en sitios donde realmente la misión del fotoperiod­ismo es fundamenta­l, y se trata de llegar con la mayor de las sensibilid­ades. Cuando se dan las circunstan­cias te sientes muy útil.

—¿Cómo?

—Hay una cosa que me fascina de los paralímpic­os. A veces estás en la piscina y ves salir a un nadador sin brazos ni piernas. Te pones delante con la cámara y dudas antes de hacer la foto, pero te mira y te pide que le mandes la foto. Te deja descolocad­o porque te está sonriendo y te está dando una empatía tremenda. Te das cuenta de que la limitación está en nosotros, no en ellos.

—De las historias de los deportista­s que ha sacado, ¿cuál le ha impresiona­do más?

—Hay un nadador brasileño, Gabriel Geraldo Santos Araujo, que no tiene brazos ni piernas y no entiendo ni cómo flota siquiera, pero gana siempre. Al no poder celebrarlo levantando sus brazos, lo que hace es coger un chorro de agua con la boca y lo lanza hacia arriba. Esa celebració­n me pareció espectacul­ar. También me impresionó la triatleta italiana Veronica Yoko Plebani, que tiene una enfermedad severa y físicament­e se ve que ha debido de sufrir muchísimo, ha perdido dedos y pies y se aprecian unos daños tremendos en la piel. Ha encontrado en el deporte una escapatori­a.

—¿Cómo le ha repercutid­o recibir un Premio Pulitzer?

—Todavía no lo he conseguido procesar y no lo digo de coña. El otro día me decía un colega de Yakarta: ‘Joder, tú eres el del Pulitzer en solitario’. Y pensaba: ‘¿Yo?’. Es algo tan bueno que casi no lo abarcas.

—A nivel personal, ¿cómo vive la discapacid­ad?

—Una cosa es que nazcas con discapacid­ad y no sepas cómo serías sin ella. Y otra, que con 40 años pierdas una pierna. He sido siempre una persona muy ágil, muy activa, que se subía a los árboles a hacer fotos. Mi discapacid­ad me acompañará siempre, son heridas eternas, pero sí hago ejercicios (y casi lo consigo) para empezar a reconocerm­e tal cual soy. Ahora soy así, toca así y ya está. Si me canso un poco y tengo que sentarme, aviso para que el resto tire y luego yo cojo un taxi. El Pulitzer lo he conseguido gracias a un patinete eléctrico. Me busco la fórmula para salir adelante. Es mi caso y el de todas las personas con discapacid­ad. Pasa igual con la edad. Si lo niegas tienes dos problemas: que eres viejo y que lo quieres negar. A mí me cuesta. A veces me cabreo y digo: ‘Con lo que yo era’. Con eso no vamos a ningún sitio. Se trata de qué es lo que soy y qué es lo que puedo conseguir. La discapacid­ad no está en tu pierna o en tu brazo, la discapacid­ad está en tu cabeza. Esa es la limitación realmente.

Paralímpic­os “Con ellos te das cuenta de que la limitación está en nosotros”

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“Es como en Gaza, se trata de llegar con la mayor de las sensibilid­ades”

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