Oro por cinco milésimas
Título olímpico en el 100 para Lyles tras derrotar al jamaicano Thompson: 9.784 contra 9.789
Ochenta mil personas mirando un marcador electrónico en el Stade de France. Entre ellos, Noah Lyles, Kishane Thompson y Fred Kerley. Ninguno sabía quién era el campeón olímpico del 100, el hombre más rápido del mundo. En una explosión de aceleración, potencia y velocidad los dos norteamericanos y el jamaicano no se atrevían a celebrar. Eran el podio de París 2024, pero no el orden. Los decibelios se dispararon como el ruido al encender un superdeportivo. El vigente campeón del mundo era oro... por cinco milésimas ante Thompson. 9.79 para ambos. 9.784 para Lyles; 9.789 para Kishane.
Imposible verlo con el ojo humano. La electrónica era la única que podía determinarlo. ¡Cuántas docenas de pestañeos caben en ese microespacio de tiempo! Espectacular duelo, que también honró el estadounidense Kerley con el bronce con 9.81. El octavo y último, el jamaicano Seville hizo 9.91. Nivel superlativo de final. Oro olímpico para Lyles, el que le faltaba. El que suma al bronce de Tokio 2020, a los siete oros mundiales y a las doce medallas planetarias en total.
Y eso que de niño tuvo un grave problema respiratorio, asma grave, desde los 4 años que le hizo pasar muchas noches en el hospital y no le permitía ni hacer deporte en el colegio, y que ha peleado con la ansiedad y la depresión.
Tras hacer 10.04 para superar la primera ronda, avisaba: “He pensado: ‘No te excedas’. A partir de ahora ya no tendré que contenerme”. La semifinal, a menos de dos horas de la pelea real por las medallas, era una trampa para el que quisiera guardarse unas centésimas en el depósito. Lyles midió, pero poco. Segundo (9.83) en la serie tras el jamaicano Seville (9.81, marca personal). Las medallas estarían muy caras, seguramente todas en 9.80 o menos. ¿Qué tiempo habrá que hacer para ganar el oro? Respuesta de crack en la previa: “No lo sé, imagino que el que haga yo”.
Luces y estrellas.
Espectáculo en el tartán que vino justo después de una presentación a la altura de lo que se acababa de ver. Luces apagadas, con 80.000 LED moradas (que iban cambiando de color) en las gradas ya que a los espectadores se les entregó una pulsera para hacer ese efecto. El público vibró con Noah, icono del atletismo y firme defensor de los derechos civiles de los afroamericanos, que se lo devolvió como mejor sabe. Con un show by Lyles, que incluyó tocar la campana del estadio que anuncia las finales.
“Estos chicos no vienen a jugar. Supongo que esa es mi primera lección, no subestimar el poder de los Juegos. Cuando el oro olímpico está en juego, hay que darlo todo”. El rayo Florida llegaba con la lección bien aprendida. Sabía que la oferta de trabajo para desempeñar la labor de hombre más rápido del mundo había recibido una decena de curriculums altamente capacitados.
Lyles compraba su billete a media tarde. Otros como el británico Hughes, el sudafricano Richardson, el canadiense De Grasse, el jamaicano Blake o el keniano Omanyala se quedaron en el andén. Uno con 9.95, cuatro por debajo del 10. Ese era el nivel para formar parte de la final olímpica. A la definitiva entrevista para ejercer de Mr. Fast en el planeta llegaban tres norteamericanos (Lyles; Kerley, 9.84; y Bednarek, 9.93), dos jamaicanos (Thompson, 9.80; y Seville), un sudafricano (Simbine, 9.87); un botsuano (Tebogo, 9.91); y un italiano (Jacobs, 9.92), el defensor de la corona. Lo que sucedió ya es historia de los Juegos. Lyles prometió tres oros y ya tiene el primero, el más difícil.
Gran nivel El octavo y último de la final, el jamaicano Seville, hizo 9.91
Rotundo “Cuando el oro olímpico está en juego hay que darlo todo”