Empate que no saca a nadie de pobre
Athletic y Valencia andan tan temerosos que jugaron a no fallar en un pulso muy táctico
Aunque parecía un territorio prohibido el de un nuevo empate entre dos equipos que tanto han sobado las tablas este año, porque el botín no les sacaba de pobres, al final Athletic y Valencia se aferraron a eso de que no hay punto malo. Los planteamientos iniciales invitaban a pensar en un control casi carcelario del medio campo en San Mamés: Berizzo, adalid en la previa de la energía y la agresividad por encima del solfeo futbolístico, ensayó en la medular con el cemento armado de San José-Dani García-Rico (diez minutos llevaba hasta la fecha con el Toto).
Y Marcelino fue tejiendo su habitual tela de araña, acariciando el gato en el banquillo con otro plan con aire maquiavélico para desesperar al contrario. Tenía algo parecido, tres jugadores con mucho poderío en la recuperación: Coquelin, adaptado a una banda, Kondogbia y un Parejo que es distribuidor pero también se lo curra cuando el balón no le pertenece. A los eternos empatadores (13 entre los dos equipos en los 18 partidos que habían jugado hasta ayer) no les valían las tablas, aunque ese punto es un botín decente cuando uno anda con tiritona. Sucumbieron al síndrome de la equis con 90 minutos de jugar a no cometer errores.
Estudiado. Fue un partido muy táctico. El sistema por encima de las características del futbolista. Marcelino se propuso enfriar el choque, midiendo su fútbol, durante una hora y lo consiguió, porque apenas pasó nada. Sacó a un Batshuayi que estuvo desastroso, y se inclinó por un Gameiro más rápido a la espalda de la defensa. Williams encendió la mecha. Al fin hubo griterío en la grada. Pero tras diez minutos de combustión, con tres llegadas locales, el pulso regresó al letargo. El VAR intervino en un gol bien anulado a Gameiro por fuera de juego (también hubo una mano de Yuri no catalogada como penalti) y Raúl García tuvo la mejor ocasión rojiblanca en el sorbo último tras una falta.