El ajo en la cazuela
En un restaurante mediterráneo que él frecuenta, el Mercato Balaró, me lo decía Vicent hablando de otras cosas: “Cuando una pizca de ajo entra en la cazuela ya todo sabe a ajo”. Le pongas lo que le pongas ahora al Valencia de Marcelino, ya la sopa sabrá a la desgracia que el equipo se ha encontrado esta temporada. Dispara un penalti Rodrigo, rechaza el portero, Mina falla el rebote. Eso es el ajo, la mala suerte, la predestinación, y al fin el empate con el que el Valladolid irrumpe en la cazuela. La cara del entrenador era un poema, una carta de dimisión, un arrebato triste. Él no se merece este sabor a ajo.