No veía nada imposible. Le gustaba todo lo que fuera diferente”
intimidad de su casa, pero me sentí bastante privilegiado de estar en la intimidad de su mente.
—¿Era futbolero?
—Le gustaba como espectáculo y fenómeno de masas. Y le gustaba particularmente, en El Día Después, no tanto los resúmenes de los goles sino los cuentos que contábamos. Porque en el buen sentido de la palabra, él era un cuentista. Nos contó la historia de todo ese nuevo mundo mediático y televisivo como si estuviera hablando con un vecino de la campiña de Asturias, de todos sus proyectos, y nos encantó. Contaba sus proyectos para Canal + con la elocuencia de un nervioso cuentacuentos. Y nos enamoramos de él y de sus proyectos. Era un hombre absolutamente singular.
—Estoy seguro de que si en vez de hacer lo que hacía hubiera querido ser entrenador de un superequipo de fútbol lo habría hecho a la perfección. Porque, al margen de las tácticas, crear el estado anímico que sea óptimo y ser un buen mánager lo llevaba de serie. Juan tenía conmigo momentos en que me hacía sentir importante cuando yo ni hablaba el idioma. Él y Alfredo contaban conmigo. Y me hicieron sentir elocuente con un castellano de cien palabras. —¿De qué le gustaba hablar? —A él le encantaba el glamour, el entretenimiento, que en nuestra pantalla estuvieran las películas de Hollywood y los cortometrajes en blanco y negro de tres minutos de un checo de nombre impronunciable. Él intentó dar a España una imagen mucho más global y más allá de nuestra cotidianidad. Estar con él era como comprar un billete para volar. Y cada conversación con él era eso, algo fantástico y maravilloso.
Visionario