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El fútbol de la nueva normalidad ya está aquí. Este fin de semana arranca la categoría de bronce del fútbol español con 102 equipos. Una categoría semi-profesional en la que el grueso de los presupuestos gira en torno a los ingresos de taquilla, y no a los de televisión. El protocolo del CSD recomendó en su día que no hubiera público y luego aconsejó que no fueran más de 1.000 espectadores, un criterio que no se aplica en Primera y Segunda, donde está prohibida la entrada de público. En Segunda B, categoría encuadrada en deporte no profesional, la competencia respecto al aforo es potestad de las distintas Consejerías de las Comunidades siguiendo las instrucciones del Ministerio de Sanidad. De este modo, en plena segunda ola por la COVID-19, veremos estadios en los que habrá unos 5.000 aficionados y otros en los que no habrá público, como es el caso de los equipos navarros, donde el Gobierno Foral no lo ha permitido en todo el territorio, por la elevada tasa de contagio que registra la comunidad (444 por cada 100.000 habitantes reportaron ayer las autoridades).
“La RFEF entiende que debe ser cada club que actúe como anfitrión en los partidos de las competiciones oficiales de ámbito estatal el que regule la afluencia de público en función de la normativa sanitaria dictada en el territorio donde se ubique y de su propia capacidad de cumplimiento de las exigencias de todo tipo”, reza la Circular número 14 de la RFEF sobre el ‘Protocolo de Actuación de vuelta’, que contiene 80 páginas que bien podrían resumirse
Córdoba Entraron 2.500 personas en los toros, pero en el fútbol 800
en “sálvese quien pueda” porque ningún estamento quiere quedar como el malo de la película en esta situación de crisis económica y sanitaria.
De momento, la competición arrancará con algunos partidos suspendidos por positivos como el Alcoyano-Hércules y el Murcia-Granada Atlético, donde se daba la extraña circunstancia de que gobierno autonómico autorizaba la entrada de hasta 6.000 espectadores en el Enrique Roca. La RFEF